III Edición
Curso 2006 - 2007
La amistad
Carmina Alvarez Llanes, 16 años
Colegio Aura (Tarragona)
Me pregunto hasta qué punto puedes conocer a una persona para poder aceptarla como amiga. Creemos que, para considerar a alguien como tal, basta contarle interminables historias sobre nuestras penas, así como las alegrías que la vida nos proporciona. Pero, ¿es eso una amistad?
Tener un amigo, según el diccionario, se aplica, al trato, afecto y confianza recíproca entre dos personas. Pero el diccionario se equivoca: la amistad implica también cierta capacidad de olvidarnos de uno mismo y acostumbrarnos a ponernos en la piel del otro.
Cuando un amigo me exige que le cuente mi vida de pe a pa, ¿lo debería hacer para que la relación sea reconocida como amistad verdadera? ¿O es necesario dejar un espacio de intimidad?
El error es que creemos que cuanto menos pudor por la intimidad, hay más amistad. Pero nos equivocamos. Existe una parte de nuestra vida que necesitamos guardar para nosotros mismos. No por recelo o temor, sino por el simple hecho de que los seres humanos necesitamos un espacio individual y privado, en el que poder conservar aquello que no se ha de decir o mostrar.
Un amigo íntimo es aquel al que damos la oportunidad de que nos cuente sus cosas, o que no nos las cuente, vamos. Necesitaos aprender a escuchar y a comprender los silencios. Eso denota confianza, imprescindible en todas las relaciones humanas. No podemos ir por la vida pensando que un amigo te va a clavar un puñal, del mismo modo que a un amigo le debes fidelidad. Además, no debemos olvidar que una amistad requiere y exige reciprocidad.
En el momento en que estés con una persona, y puedas permanecer en silencio sin que sea incómodo para ninguno de los dos, existe esa reciprocidad de confianza y fidelidad. Cuando no haya esa tensión del “no me ha contado algo”, podrás llamarlo amigo. Teniendo en cuenta todo esto, no debe ser tan difícil tener amigos verdaderos.