VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

La ausencia

Pilar Martínez, 13 años

                 Colegio Montespiño (La Coruña)  

Giré la cabeza y allí estaba él, impasible, sin ningún tipo de expresión en la cara. Llevaba un vestuario informal: vaqueros largos que le tapaban parte del calzado, unas zapatillas de deporte y una sudadera grande y de un azul casi tan intenso como el de sus ojos. Visto en esa posición y con la luz del sol de fondo, he de reconocer que impactaba.

Pero ya me conocía todos sus juegos y no me podía dejar engañar otra vez. Detrás de aquella mirada fría y penetrante, sólo había un chico perdido, sin rumbo, asustado. Podía ver el miedo en sus ojos porque yo era capaz de ver a través de su mirada de chico malo mucho más de lo que él podía imaginarse, y eso le asustaba.

Estaba acostumbrado a que nadie pudiese mantenerle la mirada, pero yo podía, y eso le confundía todavía más. Pero era fuerte y aguantaba, inmóvil, a que uno de los dos diese el primer paso y huyera de allí cuanto antes, para despedir de una vez aquel lugar del que teníamos tantos recuerdos, dónde habíamos vivido tantas cosas.

Pensar que un día fui su novia..., que deje que me manipulase, que jugase conmigo de forma cruel... ¡Qué ingenua fui! Pero se dio cuenta de su error; reconoció que me había hecho mucho daño.

Yo no le quise perdonar. Y ahora se siente solo. Mi recuerdo alegre es ahora una tortura para él.

Para evitar que se prolongase más su sufrimiento, avancé con paso decidido hasta situarme justo en frente de él, tan cerca el uno del otro que no lo pudo resistir. Con un gesto de angustia, retrocedió y dijo, cortante:

-¿Qué quieres de mí?

-Quiero lo que me quitaste: el tiempo que me hiciste perder. Y quiero que te vayas muy lejos, dónde nunca pueda encontrarte. Quiero olvidarme de ti para siempre -le respondí serena, pero seria.

Se puso pálido cómo un cadáver. Iba a pagar por todo lo que me había hecho. Me giré, y dándole la espalda, susurre mi última despedida.

Mientras yo caminaba hacía la calle -segura y satisfecha-, él salió por otra puerta. Le vi alejarse, hasta que se desvaneció en el horizonte.