III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

La aventura de la vida

Lourdes Albarrán, 14 años

                  Colegio Puertapalma (Badajoz)  

       Yolanda se había encerrado en el cuarto de baño. Lloraba con angustia: tenía en sus manos la barra del Predictor. Frente a aquella barra que se teñía de rosa había sentido un vuelco en el corazón, un vacío doloroso en el estómago... No podía tener un niño. Ni siquiera se atrevía a contarlo en casa. Conocía bien a su padre, cómo reaccionaría, la bronca correspondiente, pero en el fondo confiaba en que daría su brazo a torcer. Al fin y al cabo, una vida que llega es una vida que llega. También su madre se llevaría un enorme disgusto, ella que confiaba en que su hija pequeña sabía comportarse, que veía con tan buenos ojos a Manuel, su novio... Aunque su madre era más blanda que su padre, también le costaría asimilar su posibilidad de ser abuela, pero poco a poco le iría venciendo la emoción del niño, todas las esperanzas que trae un recién nacido.

       Dudó si seguir con su embarazo. Aún era demasiado joven para hipotecarse el futuro. Sabía que, según la Ley, podía abortar. También algunos amigos le animarían a quitarse el problema de encima. Pero la vida, una vida en camino, nunca puede tratarse como un problema, sino como una consecuencia, dura y a la vez maravillosa.

       Le costó informar a sus padres, reconocer su error...

***

       Aquella semana estaba un poco más estresada de lo habitual. Se habían cumplido dos meses desde la noche del Predictor. Durante los últimos meses había visto algunos documentales sobre el embarazo. Había leído artículos de revistas..., pero sólo uno de ellos se mostraba el embarazo desde los puntos de vista del feto que crece, cambia, se desarrolla y de la madre.

       Se acarició el vientre. Su hijo estaba en el más confortable de los lugares, caliente, bien alimentado y cuidado...

***

       La habitación estaba repleta de gente que entraba con flores y bombones, deseosa de dar la enhorabuena a Yolanda y Manuel y conocer a su hermoso hijo. Festejaban su entereza, a pesar de la indiscutible juventud, para haber seguido adelante con todas las consecuencias.

***

       El pequeño Manuel ha cumplido su primer año. Crece sano y fuerte. Yolanda le mira muchas veces ensimismada. El pensamiento de pronto se le nubla, al pensar qué hubiese sido de él si no hubiesen tenido valor para recibirle.

***

        -¿Qué piensas?

       -Muchas cosas: que fui tonta al dejarme llevar por la situación, que no debimos hacerlo, que debí habérselo dicho a mis padres desde la primera sospecha... Pero sé que hicimos bien al continuar el embarazo: ¡mira qué preciosidad de hijo tenemos!