X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

La fábrica de sirenas

Isabel Martínez Peláez, 17 años

                 Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría)  

Todo era extraño en la fábrica en la que empecé a trabajar. Creía que mi labor consistiría en elaborar refrescos, embotellarlos y embalarlos. De hecho, había miles de botellas de cristal y, en una sala contigua, muchas botellas más, pero todas vacías. Le pregunte a Ana, mi compañera, sobre aquella sala, pero rápidamente me cambió de tema.

No le di más vueltas. Pensé <<qué más da>>. Es más, considero que lo habitual es que en una fábrica de refrescos haya botellas vacías.

Unos días después, me quedé sola en la nave y pude entrar en aquella sala de botellas vacías. Me fijé en una y, de repente, descubrí que en su interior había una sirena diminuta. Antes de creer que me había vuelto loca, miré las demás botellas. Para mi asombro, cada una tenía una sirenita dentro. El color de sus escamas formó un arcoíris: verdes, azules y amarillos cautivaron mis ojos. Entonces sí, me convencí de que había perdido el juicio o que estaba soñando. Pero no, aquellas miles de sirenas encerradas en prisiones de cristal estaban frente a mí.

Entonces decidí vaciar la botella con la sirena más bonita de todas, de tonos tornasolados y melena oscura, pero antes de actuar pensé: <<¿Y si saco la sirenita y se muere? ¿Y si hago desaparecer la magia?>>

Deje el botellín en su lugar y recordé aquel refrán <<La curiosidad mato al gato>>. Y yo no quería que mi gatito muriera.