XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

La guerra de la opinión 

César Martín, 16 años

Colegio El Prado (Madrid)

Nos hemos acostumbrado a que todo el mundo manifieste su opinión por doquier, y a que fluya como un mantra de la tolerancia esa exigencia que se formula como <<Respeta mi opinión>>. Sin embargo, me niego a respetar porque sí las opiniones de los demás. Es más, las rechazo a priori, ya que pudiera ocurrir que un niño se me acercara para decirme:

–El Barcelona F.C. ha ganado más campeonatos de Liga que el Real Madrid. 

Como es lógico, debería aclararle que la realidad es la contraria: es el Real Madrid el equipo de fútbol que colecciona más copas de Liga. Sin embargo, en estos tiempos el niño recurrirá al manido: <<Pues yo digo que es el Barcelona. Respeta mi opinión>>, que es lo mismo que si me pidiera: <<Respeta mi error>>, como si tuviera derecho a que este fuera verdadero.

La opinión, en un ámbito donde no se conocen todos los hechos de los que se habla o escribe, puede ser lo más cercano a la verdad, pero ante lo que una persona afirma cabe que su conocimiento de la realidad sea incompleto o falso. Aclarado esto, no puedo respetar la opinión del niño, ya que nadie en su sano juicio pensaría que no es ridícula. Ahora bien, he usado un ejemplo muy sencillo, así que, qué decir de quien opina sobre el cambio climático, la pena de muerte, la experimentación científica con animales…

La conciencia me dicta que no puedo respetar esos planteamientos como verdaderos si no traen otro argumento que el ya comentado <<es mi opinión>>. Cuando tenemos el conocimiento ponderado de la verdad, esta resulta una afirmación sin base ni sentido. Pero aclaro que no me niego al debate: escuchar con consideración, atentamente, lo que dice el otro, respetar el turno de palabra, tratar de comprender sus razones… me hacen valorar a la persona, incluso cuando está equivocada. Pero una vez se han demostrado que sus afirmaciones son incorrectas, si esa persona se agarra al opinionismo sus argumentos pierden todo valor. 

Puede que el lector de este texto piense que, según mi forma de mirar las cosas, es aceptable que él no acepte la tesis que estoy defendiendo si a esta le doy el valor de una opinión. Y estoy de acuerdo, siempre y cuando este dictamen se argumente con verdad. 

Decía Friedrich Nietzsche que hay que filosofar a martillazos. Por eso, quien encuentre en mi exposición algo errado, que me lo haga saber porque, como dice otro filósofo –esta vez británico– de sabios es rectificar.