X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

La joven curandera

Begoña de Frutos, 16 años

                 Colegio Senara (Madrid)  

Macha era la más anciana del clan Poahatan, una tribu establecida en las praderas de Norteamérica. Conforme a la tradición, ella era la líder por ser la persona de más edad del clan. Se había ganado el respeto de los suyos gracias a su sabiduría y sentido de la justicia. Además, Macha también era conocida por sus habilidades como curandera, oficio en el que iba instruyendo a su nieta Iasá, una joven de buen corazón pero un tanto orgullosa.

Un buen día, Iasá declaró que podía superar a su maestra en las artes de la medicina. Cuando este comentario llegó a oídos de Macha, mandó llamar a su nieta y le dijo:

-Durante las próximas dos semanas recorrerás la estepa sanando a quienes encuentres.

Los primeros días, Iasá no encontró demasiadas dificultades; conocía bien las plantas medicinales y era capaz de preparar ungüentos, analgésicos y panaceas de todo tipo. Sin embargo, poco antes de que acabara el plazo, una mujer le explicó, con lágrimas en los ojos, que su hijo recién nacido apenas comía y le suplicó que lo curara. Con toda su buena intención, Iasá preparó todos los remedios que conocía: probó con el brebaje de hígado de bisonte, la infusión de hojas de secuoya y miel, la de madera de caoba hervida… pero nada surtía efecto, por lo que la desesperación e impaciencia de la joven iba en aumento. No sabía qué más podía hacer cuando, de repente, exclamó:

-¡Por el Gran Espíritu! ¡Si la abuela estuviera aquí!…

Entonces se dio cuenta de que debería haberlo pensado antes. Si alguien podía hacer algo por el pequeño, esa era Macha. Volvió a toda prisa al poblado y le explicó lo que sucedía. Al llegar juntas al lugar donde estaban la madre y su criatura, la anciana aplicó al niño el remedio que le convenía, con una infusión de hierbas silvestres desconocida por Iasá.

-Tenías razón, abuela -admitió avergonzada-. Aún me faltan muchos conocimientos para ser tan buena curandera como tú.

La anciana le acarició el rostro.

-Pero hoy has dado el primer paso.