XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

La Línea 3

Camino Yanguas, 17 años

Colegio Grazalema (El Puerto de Santamaría) 

Llevo algunos días yendo y volviendo de mi casa al colegio en autobús de línea, y aunque me estoy acostumbrando, he de reconocer que solo de pensarlo me sigue dando pereza. ¿Levantarme antes para coger el autobús? ¿No tener un sitio para sentarme durante todo el trayecto, porque mi parada es la última? ¡Comparado con lo cómoda que iba antes en coche! Es inevitable que padezca algo de resentimiento.

Es más, el tercer día que lo tomé, tuve la sensación de estar viviendo «el día de la marmota»: siempre los mismos pasajeros, el mismo recorrido, las mismas paradas… He terminado por aprenderme la fisonomía de quién se sube y quién se baja en cada marquesina.

Sin embargo, el autobús se puede percibir de distintas maneras: aunque la mayoría de los ciudadanos lo ven como un transporte público —a veces un tanto engorroso—, he decidido aportarle un sentido más profundo, ya que me ofrece una muestra de la diversidad social. Por eso creo que me ha abierto los ojos a la realidad, que ha explotado la burbuja en la que vivía antes, cuando me trasladaba en coche. Me doy cuenta de lo aislada que estaba en vida —casa, colegio, casa— de la realidad del mundo.

Los veinte minutos de cada trayecto me enriquecen. Tiendo a imaginarme hacia dónde irá el señor que viste traje y corbata, que se baja junto a la estación del tren. ¿Quién es? ¿A qué se dedica? Y lo mismo con la señora del carrito, que siempre llega a todo correr. Y con la madre con el niño, y con la anciana que viaja sola, y con la chica que escucha música, y… Somos desconocidos, personas con diferentes opiniones, gustos, preferencias, formación, círculo social… Pero, al fin y al cabo, viajamos a la misma hora y en el mismo autobús, el de la Línea 3.