XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

La llave 

María Flores Hens, 17 años

          Colegio Zalima (Córdoba)  

El movimiento de las olas mecía su barco con suavidad. Con el timón en las manos, se sentían los reyes del mar.

A los hermanos Jorge y Pablo les encantaba jugar a piratas. En sus aventuras imaginarias, recorriendo la casa, creían desembarcar en islas ignotas, sobrevivían a tormentas con olas gigantescas e incluso luchaban contra otros barcos. Sin embargo, nunca llegaron a encontrar el tesoro escondido.

Una de las muchas veces que se dejaron llevar por aquel juego, el hermano mayor, Pablo, le entregó a Jorge la llave que supuestamente abría el cofre.

—Aquí tienes, compañero. Algún día, con ella podrás abrir el cofre del tesoro más grande que puedas imaginar —la depositó en las manos del pequeño, cuyos ojos desprendían orgullo incluso sabiendo que se trataba de un juego.

Pasados los años, Pablo comenzó a desarrollar gusto por la música. Salía a la calle con sus amigos y se encerraba en su cuarto pidiendo «intimidad». Aunque Jorge le rogaba que disfrutaran un rato juntos, su hermano le ignoraba.

Una noche que Pablo volvió a casa después de haberse tomado unas cervezas, entró sigilosamente en su habitación y, para su sorpresa, encontró en su escritorio un objeto familiar.

—Ahí tienes tu llave —dijo Jorge con los brazos cruzados y el ceño fruncido—. Ya no la quiero.

—¡Qué susto me has dado! ¿Qué haces en mi habitación? —preguntó vehemente.

—He encontrado mi tesoro —Jorge calló durante unos segundos, como si lo que le iba a decir a continuación le requiriese un esfuerzo—. El tesoro eras tú. Siempre lo has sido... Por eso cuando tenías la llave, disfrutábamos juntos. Te abrías a mí como el cofre del tesoro y compartías tu oro en forma de tiempo. Pero desde que me diste la llave, te has cerrado para irte alejando —conforme el pequeño hablaba, Pablo se iba percatando de lo que el pequeño le quería decir—. ¡Te echo de menos! No te estoy pidiendo que volvamos a jugar a los piratas, solo que te comportes como siempre has sido: mi hermano mayor.

Pablo, conmocionado, abrazó a Jorge con fuerza y le prometió que no volvería a ocurrir. Crecer no significaba alejarse de su familia. El amor entre hermanos era algo que no podía explicar, tenía que vivirlo y Pablo estaba dispuesto a volverlo a hacer.