I Edición
Curso 2004 - 2005
La magia
Leticia Marquina, 12 años
Colegio Ayalde, Lejona (Vizcaya)
Junto con la carta de mamá venía una foto de mi hermana menor, Cristina. Recuerdo que con su edad yo también solía llevar dos trenzas atadas por dos lazos rojos. Todos los días bajaba hasta el final de nuestro inmenso jardín para recolectar moras. Un día, en el intento de coger una mora enorme y jugosa que se encontraba muy por encima de mi alcance -nunca he sido alta-, me raspé con las zarzas y, aunque no me dolía demasiado, me tiré a la hierba y empecé a llorar desesperadamente.
-¡Exagerada!, sólo es un rasguñito de nada.
Me levanté de la hierba preparada para gritarle a quien quiera que fuera. ¡Menudo maleducado! No tenía derecho a hablarme así. Pero cuando mis ojos coincidieron con los suyos me quedé muda del asombro e incluso me olvidé de llorar. No era el niño descarado al que esperaba sino, nada más y nada menos, un conejo con sombrero y peto vaquero.
-¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a un conejo vestido y que sepa hablar? Los humanos os creéis tan superiores... bueno, en fin, cómo te llamas mona.
-Ma... ma... Marta -conseguí susurrar
Pero no tardé en perder el miedo. Aquel conejo extraño y yo nos hicimos muy amigos. Todas las tardes me acompañaba mientras recolectaba moras y cuando cogió la suficiente confianza me llevó a un mundo encantado habitado por todo tipo de animales que actuaban como seres humanos. También había duendes, sirenas y todos esos personajes que aparecen en los cuentos de hadas. Fue allí, entre magia y fantasía, donde pasé la mayor parte de las tardes de mi infancia.
-Eh. ¿Te sabes el examen de sociales?
Mi amiga Ana me devuelve a la realidad, recordándome que ya no tengo seis años sino doce y que mañana tengo un examen de tres temas. No estoy en un colegio corriente sino en un internado femenino. Mamá me mandó aquí porque en casa no me concentro en los estudios.
-Venga chicas, os toca biblioteca -nos recuerda Teresa, la profesora que vigila durante la hora del estudio.
Ayer me acabé de leer “Molly Moon” y hoy tengo que escoger otro libro. La verdad es que ninguno parece apetecerme, pero en la balda de los niños pequeños me llama la atención uno con un dibujo de un conejo como mi amigo Mike. Cojo el libro de la estantería y me sorprendo al leer el título: “El conejo Mike y su mundo mágico”. Ana, al ver que tengo un libro infantil, se acerca curiosamente a mirar de cuál se trata. Al verlo, dice riéndose:
-Mi hermana pequeña cree en ese conejo.
-¿Y porque no ha de creer en él?