XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

La mala decisión 

Manuela Vicente, 14 años 

Colegio Tierrallana (Huelva) 

Yo era una persona normal, casada y con dos hijos. La verdad es que me iba bien en la vida: trabajaba en una empresa multinacional, líder en su sector, en la que me pagaban tres mil euros al mes; tenía una buena casa y mi mujer también ganaba mucho dinero y nuestros hijos estudiaban en un prestigioso colegio privado de mi ciudad. Todo era maravilloso, hasta que me echaron del trabajo. Inmediatamente empecé a buscar otro empleo, ya que con el sueldo de mi mujer apenas llegábamos a fin de mes.

Con el tiempo decidimos sacar a nuestros hijos de aquel colegio, pues nos comían las deudas. Pensábamos que no podíamos ir a peor, hasta que mi esposa llego una tarde a casa muy angustiada. 

–Me han despedido –anunció.

Sentí que se me caía el mundo encima.

Tomamos la decisión de vender la casa y nos mudamos a un apartamento de dos habitaciones, cocina y un cuarto de baño.

A los dos años me ofrecieron un trabajo en el que me iban a pagar muy bien. Consistía trasladar los alijos de droga que llegaba a la playa desde los barcos atracados en la bahía, hasta el sitio donde la almacenaban. Dada nuestra situación, lo acepté. 

Mi primer turno fue un lunes por la noche. Me dirigí a la costa y esperé en el coche, la llegada de las lanchas con la mercancía. Unos hombres cargaron los paquetes en el maletero. Cuando terminaron, pisé el acelerador y me dirigí a un polígono donde descargamos la droga. Antes de marcharme a casa, o un hombre me entregó un sobre con mil euros en billetes de cincuenta. 

Si las primeras veces tuve miedo a lo que me pudiera pasar, el dinero fácil hizo que mi conciencia se acallara. Con aquellos pagos saldé mis deudas, y pasamos a tener una mejor vida. Durante un año trabajé dos o tres días a la semana, hasta la noche que la policía hizo una redada y nos detuve. Dormí en el calabozo y me llevaron a la cárcel. Meses después me juzgaron y condenaron a cuatro años de privación de libertad.

Llevo ya dos años aquí. La vida detrás de las rejas es mucho más sencilla, ya que te dan cama, comida y clases gratis de lo que quieras. Pero hay que tener mucho cuidado con lo que dices y haces, y echo mucho de menos la libertad y a mi familia. 

En estos dos años, mi mujer no ha perdido el tiempo. Con el dinero que teníamos ahorrado ha abierto una pequeña tienda de ropa. Gracias a su esfuerzo y nuestros hijos están en un buen colegio. Deseo salir cuanto antes para volver con ellos, encontrar un trabajo y recuperar el tiempo perdido por culpa de aquella mala decisión.