I Edición

Curso 2004 - 2005

Alejandro Quintana

La niña de ayer

Leticia Marquina, 12 años

                 Colegio Ayalde, Lejona (Vizcaya)  

     El avión llegaba con retraso y yo me había quedado sin uñas. La gente se reiría si supiera el motivo de mi nerviosismo: estaba esperando a una amiga. Pero no a una amiga cualquiera, sino a mi mejor amiga o, por lo menos, a la que fue mi mejor amiga, pero... ¿Lo seguía siendo? Se marchó a Canarias hace ya cuatro años. Nosotras, por entonces, sólo teníamos diez. No había vuelto a verla.

     Había mucha gente. Yo miraba a un lado y al otro, pero nada, Victoria no aparecía. De pronto, una niña que estaba en los huesos y vestida con estridencia (mal combinada, demostrando falta de estilo y personalidad), se me echó encima sin previo aviso.

     -¡Anita! ¡Qué guapa estás! –decían a voces, intentando aparentar entusiasmo-. Las “converse” serán verdaderas, ¿no?

     -¿Vic..., Vic...,Victoria? –pregunté con cierta inseguridad.

     -Vicky. Desde ahora soy Vicky. ¿Qué te pasa Anita, amiga? No sé, me da la impresión de que ya no eres la misma.

     Estaba muy equivocada. La que había cambiado era ella, no yo. Aunque seguía hablando por los codos, lo hacía por distintos motivos. Antes lo hacía porque siempre estaba alegre y necesitaba expandirse. Ahora, aparentar estar alegre, pero a mí no me podía engañar. Sus ojos ya no bailaban de felicidad e inocencia; se encontraban perdidos en el horizonte, pidiendo socorro.

     Aquel puente no lo guardaré entre mis recuerdos memorables. Nuestro tiempo juntas se llenó de largos silencios; no teníamos temas para hablar, opiniones que compartir... Sin embargo, Victoria recuperó una milésima parte de esa alegría contagiosa de la que solía ser dueña, una alegría que perdió otra vez apenas nos despedimos. Sus ojos se volvieron a perder en un punto indeterminado, volvieron a sentir miedo, tristeza inseguridad...

     Mi madre se me acercó por atrás y me susurró al oído:

     -Sus padres se están separando.