VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

La noche grande

Manuel Seco Ruiz

                  Colegio Altocastillo (Jaén)  

Voy andando por una calle adoquinada de una gran ciudad, con los pies doloridos de haber caminado durante toda la noche. Salgo a una plaza, donde hay mucha menos gente de la que me esperaba. La cruzo y continúo hacia la izquierda, en sentido contrario a la marcha de dos filas de personas que, ataviadas de manera peculiar, avanzan lentamente por el centro de la calzada, como ralentizados por el sueño.

Consulto el reloj y me detengo frente a la puerta de una iglesia. “No debe faltar mucho”, pienso, “aunque nunca se sabe con esta mujer…”. Siento un calorcito en la nuca que me hace girar la cabeza al Este y entrecerrar los ojos para contemplar cómo el sol va asomando entre los edificios, lanzando sus primeros rayos del día, que reconfortan a una multitud venida a menos por el cansancio.

Por fin oigo la señal que me indica la llegada de la mujer a la que espero. El redoble de tambores se va intensificando, al igual que mis pulsaciones, hasta que asoman por una esquina los primeros varales de un palio. Son unos varales de esperanza que lanzan destellos de plata y que se mecen al compás que va marcando una banda de música. Distingo, desde la lejanía, la imagen de una Dolorosa. Los platillos anuncian que van a tocar una marcha para que el paso revire hacia la derecha, hacia el sol.

Poco a poco, la Esperanza Macarena se va acercando a mí a los sones de esa música procesional nacida de la pluma de un compositor sevillano, y una lágrima de emoción resbala por mi rostro. Alzo una oración al Cielo para que no termine nunca esta estampa que los sevillanos esperamos, con ansiedad, durante todo el año: contemplar a la Macarena en la Madrugá del Viernes Santo.

La hermosa cara de la Virgen se ilumina con el amanecer. Tengo la suerte de escuchar una saeta dedicada a la imagen, arriada delante de mí. Cuando el paso se levanta de nuevo al toque del llamador, la puerta de la iglesia se abre y alcanzo a ver. a través de ella, otro paso de palio, el de la Virgen del Valle, que sale a saludar a la Esperanza.

Tras el bonito gesto, la gente aplaude el duro trabajo de los costaleros y la Macarena se aleja por la calle Laraña, formando un espectacular contraluz. Inclino levemente la cabeza y despido a mi Señora hasta el próximo año, mientras a lo lejos se oyen las órdenes del capataz y se dan salvas a la Macarena.