XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

La pared

Sofía Mateo, 14 años

Colegio Tierrallana (Huelva)

Cloe llevaba toda su vida recibiendo comentarios que le garantizaban un futuro prometedor. Todos creían conocerla, pero desde que falleció su madre –la joven pianista Evolet– ella ya no sabía bien ni quien era, a pesar de ser una muchacha brillante. No soportaba la presión de ser la hija de… pues le hacía sufrir crisis de identidad. 

Veía expresiones de sorpresa cuando tocaba el piano, pues la gente que había admirado a su madre creía escuchar en ella las interpretaciones de Evolet. Eso le hacía no conocer sus fortalezas ni sus debilidades. Era un diamante en bruto, le decían, que no podía permitirse ser una persona corriente por ser hija de una estrella.

El deseo por estar a la altura de las expectativas le hacía sufrir. Por las noches lloraba hasta que lograba convencerse de que el destino terminaría por desvanecer sus frustraciones. 

Una mañana que se disponía a salir de su casa hacia el colegio, Cloe encontró una pequeña caja sobre el felpudo. La tomó para dejarla en el recibidor. Entonces descubrió que llevaba una pequeña nota que la dejó atónita: 

Para mi pequeña Cloe. 

Espero que puedas llegar a reflejar lo que sientes y descubrir quién eres

Sin reflexionar sobre quién le habría enviado aquel obsequio, corrió a su habitación y lo dejó junto a su cama. Una vez lo hizo, se dirigió a la parada de autobús como si nada hubiese ocurrido. Fue por la noche, cuando las lágrimas afloraron de nuevo, cuando advirtió que la pequeña caja seguía junto a la cama. La curiosidad le hizo descubrir su contenido: traía un juego de pinturas y varias brochas y pinceles. Quizás en otro momento habría escondido aquel regalo para utilizarlo más adelante, pero presintió que el destino le ofrecía al fin un camino. 

De un salto se plantó frente a una de las paredes de su habitación, que no tenía ventanas, cuadros, estanterías ni armarios. Con decisión y cierta torpeza, trazó sobre ella algunas pinceladas. Acto seguido se llenó de seguridad y pasó la noche reflejando con formas y colores sus frustraciones, sueños y motivaciones. Cuando amaneció, había descubierto quién era. Su mural le había enseñado que no tenía mucho que ver con la versión que de ella se habían inventado los demás. Aquella obra era el espejo de su alma, y en ella pudo verse al fin con claridad.