X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

La realidad supera la ficción

María Cristina González-Anta, 14 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

Cuando llegué a casa, mi madre se dio cuenta de que yo no estaba bien. Me zumbaba la cabeza y me ardía todo el cuerpo; nunca me había encontrado peor. Me dijo que me echara y que enseguida subiría a traerme una cápsula amarilla.

A solo cuatro pasos para llegar a la cama, me abandonaron las pocas fuerzas que me quedaban. El ruido de mi cuerpo contra el suelo debió alertarla, pues a la mañana siguiente desperté en el hospital.

Cuando abrí los ojos tuve que ahogar un grito de espanto. Me encontraba cara a cara con el extraño hombre de la bata blanca. Él era el culpable del mal que me había llevado hasta aquella situación.

Lo vi por primera vez en el transbordador que mi hermana y yo cogemos cada mañana para ir a la academia, que se encuentra en la parte montañosa de la ciudad. Dijo que venía del consultorio médico para ponernos unas vacunas, pero una vez se hubo marchado, las instructoras encontraron al verdadero enfermero maniatado en el cuarto de la limpieza. Lo primero que hizo la policía fue revisar que no nos hubiera inyectado algo extraño, pues dedujeron que se trataba de un loco.

Yo estaba convencida de que fue el causante de lo que me había pasado.

-Buenos días Teresa –me saludó con toda naturalidad.

-¡Usted!…-una sensación de terror se apoderó de mí.

-Me temo que has sufrido una fuerte conmoción, pero tus aptitudes mentales, tal y como indica el escáner cerebral, no han resultado dañadas. Pero hemos de evaluar las físicas con una prueba de simulación.

-¿En dónde están mis padres?

-Aguardan en la sala de espera a que traigan los resultados de tus análisis.

Entonces sentí un pinchazo. Vi cómo me inyectaba el líquido anaranjado de la simulación. La sala se me desvaneció. Quedé inconsciente.

Me hallaba en una selva. Un rugido a mis espaldas me heló la sangre. Al darme la vuelta, me encontré con una amenazadora pantera de brillantes ojos verdes. Pensaba que en las simulaciones solo estaba permitido recrear situaciones normales…

Empecé a trepar por un árbol con gran destreza, lo que me impresionó porque soy una chica más bien torpe. Una vez arriba fui consciente de que la fiera no tardaría en alcanzarme, e hice algo que jamás habría imaginado: tomé una liana y me lancé con asombrosa fuerza y agilidad, entre acrobacias imposibles. De pronto, aquel mundo desapareció y comencé a caer por un agujero oscuro. Aterricé de pie. Había acabado.

La puerta se abrió y entró el hombre.

-Querrás saber qué te ha ocurrido en realidad. Trabajo para una asociación secreta que va a demostrarle al mundo que la humanidad debe perfeccionarse. Tú has sido perfeccionada por el suero x-9, que elimina nuestros puntos débiles. Si te ofreces como ejemplo, nos encargaremos de solucionarte la vida.

-¿Y si no acepto? –me atreví a probarle.

-Hundiremos a tu familia.

Aprovechando que aún me quedaban en la sangre restos del compuesto de la simulación, hice de tripas corazón y le solté un puñetazo.

-¿No se da usted cuenta de que es mucho más interesante el mundo real que el imaginario? –le pregunté sin que me oyera, pues le había dejado K.O.