II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

La verdadera historia
de los cuentos de fantasía

Carlos Orduña, 15 años

                   Colegio El Prado, Madrid  

    Había una vez una bruja soñadora. Le gustaba el olor del mar y de la tierra mojada, se pasaba el día perdiendo el tiempo, contemplando el paisaje adivinando formas en las nubes, comiendo pasteles, leyendo poemas e inventando cuentos fantásticos.

    Pero no podía evitarlo, por muy romántica y risueña que fuera, también era una bruja y tenía su pequeña parte de personaje diabólico y juguetón propio de todas las brujas. Por eso, cuando se planteó escribir un cuento para niños escribió una historia muy pero que muy extraña:

    “Caperucita era una niña a la que todo el mundo quería. La llamaban así porque siempre llevaba un capuchón colorado. Un día, su mamá le pidió que fuera a casa de su abuelita que estaba enferma y que le llevara una cestita con dulces. Y Caperucita, que era muy obediente, se puso en camino. Cuando tan sólo había caminado unos metros, apareció un malvado lobo por detrás de un árbol.

    -A dónde vas Caperucita? -le preguntó con voz ronca.

     -Eres un lobo curioso y maleducado -respondió ella-. Además, este cuento ya te lo sabes. Voy a casa de mi abuela, a llevarle los recados de mi madre, que me tiene frita con tanto ir y venir.

     -Oye, oye..,. no te saltes el guión -replicó el lobo con un aspecto menos feroz-. Ahora venía lo del despiste; yo me iba por el camino más corto y me merendaba a tu abuela y cuando tú llegabas empezabas con eso de “abuelita, abuelita, ¡Qué orejas tan grandes tienes!” Y yo contestaba: “son para oírte mejor”.

     -Pues a mí no me da la gana -replicó Caperucita, que se había vuelto muy respondona-. Ya estoy harta de hacer siempre lo mismo, cantando por el bosque <<tralará...>> He pensado que este cuento es muy aburrido y voy a cambiarlo.

     -¿A cambiarlo? -el lobo estaba anonadado-. ¿Y qué vas a hacer?, si puede saberse.

     -Pues no sé había pensado en comerme yo a la abuelita, por ejemplo.

     -Pero las niñas no van por ahí comiendo abuelitas, Caperucita; eso no se lo cree nadie y menos tú. ¡No sabes lo duras e indigestas que son las abuelas!

     -Bueno, también podría comerte a ti- gruñó Caperucita enseñándole los dientes al lobo

     -Eso no lo digas ni en broma- era un lobo muy aprensivo-. No me asustes. Mira que dejo la profesión y a ver qué hacéis tú y los siete cabritillos y los tres cerditos sin un lobo feroz.

     -Sí, es cierto... Pero ser la Caperucita de siempre es un aburrimiento.

     Así estaban conversando, cuando vieron a Blancanieves, que venía directa a ellos con los enanitos siguiendo sus pasos.

     -Hola -saludó Caperucita-. ¿Qué hacéis aquí?

     -Nos aburríamos en nuestro cuento y decidimos dar una vuelta por el vuestro -respondió Blancanieves.

     -Pues vaya idea; este cuento sí que es un rollo. A ti, por lo menos, te salva un príncipe y te da un beso, pero a mí me ha tocado un viejo leñador que sólo le gusta a mi abuela.

     -Pues si vosotras os aburrís -dijo de pronto la Bella Durmiente apareciendo por el camino,- imaginaos yo, que paso durmiendo cien años cada dos por tres.

     -Eso no es nada –intervino Alicia, la del País de las Maravillas, recién llegada también-. Yo estoy harta de aguantar a una reina loca que manda cortarle la cabeza a todo el mundo.

     -¡Huy!, qué desagradable -asintió Caperucita-. Casi es mejor que te coma el lobo...

     Por el camino vieron llegar a Ricitos de Oro, que venía con los tres osos mientras Peter Pan intentaba poner paz en la pelea.

     -¿Y a vosotros qué os pasa?-preguntó la Bella Durmiente, sin poder reprimir un bostezo.

     -¡Estoy harta de parecer egoísta y maleducada entrando en la casa de los osos, comiéndome su sopa, rompiendo sus sillas y durmiendo en sus camas! -contestó Ricitos de Oro

    -Y a nosotros nos fastidia que entren en nuestra casa a desbaratarlo todo -replicaron los osos.

    -Pues lo mío tampoco es plato de gusto -intervino Peter Pan-. Me ha tocado no crecer nunca, así que no puedo sacarme el carné de conducir y, encima, tengo que aguantar las impertinencias del

    Capitán Garfio, que está echo un bruto desde que el cocodrilo que come relojes se comió también su mano.

    -Es que los cuentos están mal escritos -dedujo Caperucita-. Propongo que cada uno escoja el papel que más le guste.

    Así fue cómo Caperucita se marchó a asaltar casas de osos enfurruñados para vivir nuevas aventuras; Peter Pan se hizo leñador para poder casarse con la abuela; Ricitos de Oro, cansada de asaltar la casa de los osos se fue a dormir cien años; la Bella Durmiente se dedicó a tragarse de un bocado abuelas y niñas por los bosques encantados; el lobo feroz decidió buscar diamantes en la mina de los enanos, porque en el fondo era muy trabajador; los enanitos se hicieron osos gigantescos y glotones; los osos se hicieron príncipes de ojos azules con hermosos corceles; Blancanieves se fue al País de las Maravillas a conocer a la reina que corta cabezas (mucho mejor que la suya, que pretendía que sus servidores le trajerán el corazón de su hija en una bandeja), y Alicia se hizo cocodrilo para perseguir al Capitán Garfio.

    Todos los cuentos se pusieron patas arriba: el cocodrilo se hizo cerdito para construir casas, los tres cerditos se hicieron dragones para asustar al personal y los cabritillos se volvieron hadas porque siempre habían tenido la ilusión de hacer el bien. Las hadas de la Bella Durmiente se hicieron piratas y los piratas, acostumbrados a cometer maldades, se hicieron brujas.

    Las demás historias que os cuenten..,. son mentira.

    Palabra de bruja (que se convirtió en princesa)”.