XIV Edición

Curso 2017 - 2018

Alejandro Quintana

La vida es un puzle

Duna Oltra, 15 años

Colegio Vilavella (Valencia) 

Ironías de la vida; cuando los jóvenes empezamos a pensar en las muchas posibilidades que nos brinda el futuro, hay adultos que se nos acercan para aconsejarnos que nos centremos en una sola cosa, los estudios, lo que me resulta una aspiración demasiado pequeña.

La vida es como un puzle de muchas piezas: familia, estudios, sueños cumplidos y por cumplir, la zona enorme de los fracasos, las amistades y los amores, el servicio a los demás, las aficiones.... Todas ellas, una vez encajadas, conforman una preciosa imagen. Por eso me pregunto: ¿por qué debo centrarme en una sola de todas esas piezas?¿No tendría que ejercer mi libertad para escoger cada una de ellas?

No es que considere que sea difícil completar un puzle, pero a los quince años me resulta extremadamente complicado acoplar todos los fragmentos en una sola tarde. Me motiva mucho más pedir ayuda a las personas de mi entorno para, entre todos, ir rematándolo. Y no solo por una cuestión de rapidez, ni de comodidad, sino porque una tarde en compañía es mucho más relajada, cálida y entretenida.

Los sueños que hoy tenemos no tienen por qué ser los mismos que tengamos a los treinta años. Por ejempo, la relación con nuestras familias suele estrecharse cuando somos adultos, mucho más que durante la adolescencia. Las piezas de nuestros afectos están en un continuo vaivén, también los referidos a la amistad. Muy pocos amigos de la niñez nos van a acompañar a lo largo de nuestra vida. Muchos de ellos recorrerán ciertos tramos del camino a nuestro lado, pero luego se distanciarán. Por tanto, volvemos a lo mismo: estas fichas tampoco las podemos encajar de una sola vez y de forma inamovible.

De manera que los jóvenes no es que debamos centrarnos en una sola cosa, pues hay muchas con las que enriquecer nuestro puzle, que late en continuo movimiento. Así debe ser para que podamos crecer.

La concreción que nos piden los adultos no es posible, ya que esas piezas a las que me he referido van cambiando de color, de forma, e incluso de textura. Por eso, el rompecabezas de mi vida siempre va a estar por terminar. No quiero sentarme ante mi mesa frente a mil piezas esparcidas y tener que sentir la presión de finiquitarlo a toda costa. Prefiero que me permitan jugar con ellas.