X Edición
Curso 2013 - 2014
Las barreras de la realidad
Blanca Feu, 16 años
Colegio Entreolivos (Sevilla)
¿Para qué vivimos si hemos dejado casi de vivir? La vida pasa ante nosotros y nosotros la ignoramos. Qué irónico, ¿verdad? Y sí, volvamos de nuevo a la crítica sobre las nuevas tecnologías. Si, muy repetitivo, pero ¿acaso reaccionamos ante éstas?
Sabemos lo que es un teléfono móvil: aparato portátil de un sistema de telefonía. ¡Y tanto que es portátil! El móvil se ha convertido en un órgano vital de nuestro cuerpo. Si continuamos así, el lenguaje escrito a base de emoticonos va a superar al verbal y al literario.
Cuando miramos la pantalla del móvil cerramos las puertas a la vida, pues dejamos pasar muchísimas experiencias. Por ejemplo, cuando salimos con nuestros amigos, ¿realmente estamos con ellos? Nuestros ojos se centran en la pantalla. Nos podemos pasar las horas juntos sin apenas contacto visual entre unos y otros. ¿En qué nos hemos convertido? Estar con seres queridos es una forma de vivir la felicidad. Sin embargo, buscamos la felicidad pero sin saber dónde.
Estamos empezando a enamorarnos por WhatsApp. Nos mandamos fotos que expresan sentimientos y emociones, las emociones anónimas, no las nuestras. ¿Cómo vamos a decirle a alguien cosas tan íntimas que no salen de nuestra boca? Muchos jóvenes están descubriendo que gracias al WhatsApp son más atrevidos en una declaración de amor. La pantalla les hace más intrépidos y parece que para ellos es un método menos intrusivo y agresivo que una llamada de móvil, o que una conversación, que implican traspasar la frontera del valor y de la audacia. Por eso nos volvemos cobardes cuando tenemos a esa persona frente a nosotros. Nos cuesta reaccionar ante ella, por más que le hayamos confesado nuestros sentimientos después del sonido que anuncia la recepción de un nuevo mensaje. Ahí está el problema: el queridísimo móvil se ha convertido en una celestina.
Los jóvenes deberíamos debatir respecto a la costumbre, cada vez más habitual, de abandonar una relación amorosa por WhatsApp. ¿No es otro signo de cobardía? En síntesis, ya no es necesario decirnos las cosas a la cara, además de ser una forma inmadura de comportarnos.
Por tanto, es necesario que volvamos al mundo real, dejando al lado el virtual.