V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Las dos sociedades

Patricia Pallarés, 16 años

                 Colegio Canigó ( Barcelona)  

Se dice que los valores morales están desapareciendo. A pesar de la rotundidad de la afirmación, ¿no es cierto que también existe una parte de la sociedad que lucha a diario para encauzar el rumbo que algunos pretenden desviar?

En realidad, yo soy la primera que, en ocasiones, me lamento de los acontecimientos que suceden a mi alrededor, pero cuando aguzo la vista consigo distinguir a la gente que vive con el propósito de hacer cosas que merezcan la pena y hagan bien en su entorno más próximo y, por extensión, a la humanidad.

En determinados momentos pensamos que el progreso, la evolución, el desarrollo, la industrialización..., dificultan la evolución moral. Pero será cuando aprendamos a utilizar este progreso y desarrollo para bien nuestro y del prójimo, que logremos evolucionar también en otros sentidos.

Existe un sector de la sociedad interesada en consumir, comprar, gastar y trabajar mucho para, al fin, no poder disfrutar de lo adquirido. Se acomodan en el sofá para tragarse todo tipo de “reality show” con el fin, quizás, de evadirse de sus problemas. Se quejan, se deprimen, esperan siempre algo a cambio de su esfuerzo, algunos se casan para separarse porque no son capaces de aguantar a nadie. Además, el divorcio exprés les facilita esta lamentable salida. No hacen nada por ayudar a quien tienen al lado y lloran por el sufrimiento del tercer mundo mientras compran a destajo con la tarjeta de crédito. Se quejan de los políticos, olvidando que los políticos son, ni más ni menos, un reflejo de nosotros mismos. Sin tiempo para sus hijos, se ven impotentes, cuando ya no pueden influir, porque siempre buscan la satisfacción inmediata.

Pero también existe una sociedad que no se deja engañar, con valores, trabajadora pero que también se rie, juega y educa . Son los que no se conforman, aquellos a quienes no les importa el qué dirán, los que entienden que para amar hay que aprender a dar, pero no sólo bienes materiales, sino tiempo, aficiones, caprichos... Son jóvenes que creen en la capacidad de influir, en que no todo son botellones, farras y sexo sin consecuencias. Jóvenes comprometidos con sus familias y amigos. En definitiva, jóvenes que contribuyen a que un día nuestra sociedad esté un poco más humanizada, capaz de utilizar el progreso para el bien de todos.