III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Las flores del jardín

Lucia Campos Rilo, 14 años

                 Colegio Montespiño (La Coruña)  

      Existía en el campo una casa con un jardín a cargo de un viejo jardinero, severo e implacable en su trabajo, que tenía por costumbre arrancar las flores infestadas de bichos.

      En aquel jardín vivían varios grupos de flores diferenciados por su clasificación y belleza. Las hortensias delimitaban con los gladiolos y geranios, que llenaban las macetas más próximas. En el centro del jardín se alzaba una fuente con un pequeño estanque circular en el que flotaban nenúfares que cubrían toda el agua .El pie de la fuente rebosaba de grandes margaritas. Por último, dibujando un círculo entorno a la fuente, unos parterres delimitaban los caminos. Las camelias convivían junto a las flores en el mismo espacio. Entre ellas había rosas, claveles y tulipanes.

      Estos eran los tres grupos en el jardín, de los cuales el primero era el más soberbio y orgulloso. Creía que su función era proteger a las demás flores. Se creía superior a los demás. El segundo era tímido; no se sabía importante ni bello, pero se sentía feliz de vivir entre tanta belleza. Y el último grupo, el más numeroso, prefería permanecer al margen de opiniones, pues veía su comunidad no como una agrupación dentro del todo, sino como un jardín individual y a los demás como jardines vecinos.

      Un día llegó un visitante a la casa. Nada mas entrar en el jardín alabó la belleza de las primeras flores, la colocación y armonía de las de los parterres, pero no prestó atención a las del estanque. Aquellas tímidas flores no le dieron más importancia. En cambio, las de la entrada -soberbias y malvadas-, comenzaron a murmurar:

      -Si el visitante ha alabado nuestra belleza –dijo un geranio- y ha despreciado a las flores del estanque, deberá ser por algo importante.

      -Las flores del estanque no son lo suficientemente importantes y bellas como para estar en nuestro jardín -murmuraron las hortensias.

      -Deberíamos exterminarlas antes de que acaben con la belleza y el prestigio de las demás –sentenciaron los gladiolos.

      Entonces las flores mandaron a sus esclavos (pulgones y gusanos), para que las infestaran. Una a una y día tras día, las pobres flores fueron arrancadas por el jardinero.

      Las flores de los parterres quisieron ayudarlas, pero tenían miedo de las orgullosas y malvadas. Así que se mantuvieron todas al margen. Pero una joven rosa blanca, un clavel, dos tulipanes y la camelia decidieron luchar por la libertad con la palabra para que las demás flores tomaran partido.

      Algunas tenían miedo y no sabían qué hacer. Otras se unieron a la causa. Cuanto más grande se hacía el grupo, con más cuidado actuaban, para que no llegaran a descubrirlas, hasta que unas flores mezquinas les traicionaron y contaron a las malvadas plantas lo que las otras estaban haciendo.

      De modo que un día, los insectos infestaron a la resistencia. La rosa blanca fue la primera en caer . Después vinieron sus compañeros: los tulipanes, el clavel y la camelia. Todas ellas dieron su vida por la libertad de las otras. Fue como abrir una ventana y dejar que entrara el aire en una habitación cerrada durante años.

      Al final, el resto de las flores, sus hermanas, se vengaron, y las orgullosas murieron marchitas. El jardinero las arrancó y plantó en su lugar humildes margaritas. Volvió a recubrir el estanque de nenúfares y en un pequeño montículo, rodeado de amapolas, plantó una rosa blanca.