X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

Laura y el verano

Alfredo Camarena, 14 años

                 Colegio Iale (Valencia)  

Como todos los veranos, acompañado de mi familia acudí al apartamento junto a la playa. Aunque era pequeño y viejo, allí nos alojábamos durante dos meses.

Con el paso del tiempo me fui haciendo mayor y dejaron de apetecerme los veraneos familiares. De este modo, un mes de julio me planté: no quería ir. Pensaba que, como todos los años, las vacaciones iban a ser igual de monótonas. Estaría obligado a bajar a la playa a diario, a hacer figuras en la arena para mis hermanos pequeños… La verdad, me apetecía un verano distinto, innovador, como un campamento.

Se lo comenté a mis padres, que rápidamente hicieron uso de esa maniobra de salida: <<este año han puesto entretenimientos nuevos en la playa y habrá chicos de tu edad>>. Cabizbajo me fui a mi cuarto mientras por dentro me despedía del campamento.

El 16 de julio hicimos las maletas. Estaba molesto con mis padres, pero acudí al apartamento. Al principio viví la misma rutina, pero una noche, tras una semana de vacaciones, se organizó una cena entre los edificios de la urbanización, con el propósito de que los vecinos estableciésemos nuevas amistades.

Nos separaron por edades y me senté al lado de una chica, Laura. La observé con admiración. Cada vez que hablaba conmigo, me temblaba la voz, pero logré sobreponerme para establecer una conversación con ella.

De madrugada me dejé caer en la cama y paladeé cada instante de la cena, cada palabra que salió por la boca de Laura. Comprendí que se había roto la rutina. A partir de la mañana siguiente comencé a bajar con ella a la playa. A veces me acompañaban mis hermanos, otras paseábamos los dos por la orilla.

A pocos días del final de las vacaciones, le declaré mi deseo de estar con ella para siempre. Laura me dio un “sí” y desde entonces no nos hemos separado.