XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Llamadas de nadie

Fernando Hidalgo, 13 años

Colegio Mulhacén (Granada) 

Fue durante una noche fría en la que el viento se colaba a través de las junturas de la ventana y sacudía la puerta. En plena madrugada arrancó a sonar el teléfono.

Juan se despertó. Se había quedado dormido frente al televisor encendido. Descolgó el auricular, todavía aturdido, y preguntó malhumorado:

—¿Diga?...

Le llegó una respiración que fue agitándose a medida que pasaron los segundos.

—Mire, si esto es una broma no tiene gracia. Va a conseguir que llame a la policía.

La respiración se interrumpió y Juan decidió colgar.

Al poco volvió a sonar el teléfono, pero lo ignoró. Decidió retomar el sueño mirando un rato la televisión. Pero, en un instante, se fue la luz.

«Lo que faltaba...», se quejó.

A oscuras fue tentando las paredes para no chocarse con los muebles. Llegó hasta el cuadro de luces de la casa y subió el interruptor general. La televisión se prendió de nuevo y Juan volvió al salón.

Fue entonces cuando el teléfono sonó por tercera vez. Volvió a descolgarlo, harto de llamadas mudas. Pero al tomar el auricular, detuvo su intención; recordó la historia de aquel aparato…

Treinta años antes, en 1948, su padre había comprado ese teléfono. Más adelante, cuando Juan se casó y se fue a vivir con su mujer a la ciudad, se lo entregó para poder hablar con él todos los días.

Pero en esta ocasión, no había sido su padre, pues murió diez años antes.

Juan se echó en el suelo y comenzó a llorar. Amanecía.