I Edición

Curso 2004 - 2005

Alejandro Quintana

Los dos mundos

Laura Marchante 14 años

                Colegio Ayalde (Vizcaya)  

     Era una lluviosa tarde de febrero. El frío todavía reinaba en las calles de Vigo. Yo estaba aburrida, tirada en la cama con el teléfono en el regazo, como solía hacer cuando estaba nerviosa por algún motivo. Pero en esta ocasión había un problema: no sabía qué era lo que tanto me atormentaba. Estaba escuchando una emisora de la radio, no sé cuál. Tuve que bajar el volumen cuando sonó el teléfono.

     -Buenas tardes, ¿se encuentra Irene en casa?

     Me quedé petrificada cuando oí quién me estaba hablando al otro lado de la línea, ¡no me lo podía creer! ¡Debía tener algo importante que decirme para atreverse a llamarme a mi propia casa!

     -Kadi, ¿cómo te arriesgas a llamarme a estas horas? -le espeté.

     -No te alarmes Irene, pero como he visto que tu madre estaba en la cocina y tu con el teléfono...

     -Ah..., vale... ¡Encima ahora me espías! ¿Sabes que mi madre se podría enterar? ¿Sabes lo que nos ocurriría? Bueno, da igual. ¿Qué ocurre? -le pregunté enfadada.

     -Algo horrible, ¡espantoso! Han secuestrado a nuestro querido rey Bolgand.

     Colgué el teléfono tan bruscamente que casi lo rompo. Me puse lo primero que cogí en mi armario y salí corriendo de casa, haciendo una rapidísima parada en la cocina para decirle a mi madre que iba a dormir con una amiga y que volvería al día siguiente.

     Kadi era una persona simpática, inocente y muy patosa. Se solía meter en todos los líos que existían alrededor suyo, pero evidentemente eso no era algo que le gustaba mucho... Siempre me avisaba e informaba de todas las noticias de Boldania, me defendía y me prevenía. Boldania era un mundo desconocido y paralelo al nuestro, y por este motivo ningún familiar o amigo se debía enterar de que colaboraba en su defensa. También ahí vivían humanos, pero si te acercabas notabas algo diferente en sus ojos, algo que no se puede definir... Boldania se parecía a las fotos y pinturas que había visto en mi libro de sociales sobre la Edad Media, todavía no conocían la electricidad y tenían unas costumbres de vida muy diferentes a las nuestras. Me habían contado que sólo los humanos más inteligentes, honrados, fieles y hábiles de la Tierra eran llamados para ayudarles. Bolgand era nuestro rey, y ahora estaba secuestrado... A saber cuáles eran sus condiciones físicas y sicológicas.

     Cuando me encontré en un lugar seguro, cerré los ojos y, al abrirlos, ya me encontraba en Boldania. Me contaron rápidamente que nuestro rey había desparecido por la noche y que los vigilantes no habían visto a ningún forastero ni cosa extraña que explicase lo ocurrido. Rápidamente llegó la noche y fuimos todos a la cama para recuperarnos de la triste pérdida. Por la noche sucedió algo muy raro: vi a Bolgand tirado en una celda que recordé fácilmente, ya que me había encontrado allí mismo en varias ocasiones. Me desperté sobresaltada, con una chispa de esperanza por poder recuperar al rey. Me di cuenta que ya era de día y salí corriendo para organizar un rescate.

     -¿Cómo es posible que hayas visto a nuestro querido Bolgand en sueños? -me preguntó extrañado Kadi cuando se lo conté a él y a los nobles de la ciudad.

     -Sí..., nunca me había sucedido, pero estoy segura de que lo que vi es real, os lo juró.

     -Danos todos los detalles para decidir cómo vamos a rescatar a nuestro rey - dijo Flack, el fiel amigo del rey.

     -Estaba en Vilni, tirado en la celda número... –intenté recordar el número que aparecía -era el número 37. Estaba durmiendo y realmente no tenía muy buen aspecto..., pero estaba bien, vivía.

     -Yo creo que sería muy peligroso ir a Vilni, contando con las terribles criaturas que habitan esas tierras... -sugirió Mike.

     Yo ya sabía porqué decía eso. Mike deseaba, desde que era adolescente, ser el rey de Boldania. Por suerte, nadie hizo caso a ese comentario y todos nos pusimos en marcha para ir a Vilni.

     Me acompañaron muchos hasta la frontera, pero solamente yo entré en Vilni, ya que tenía un truquillo para entrar en el castillo... Lo hice como las otras veces: entré en la ciudad con la vestimenta típica de los monstruos de ahí, un gran abrigo grueso y gris que te cubría totalmente, con una capucha que no dejaba ver los ojos de aquellas criaturas. Cuando llegué al centro, entré al alcantarillado que me dejaba directamente en el castillo. Pero claro, no todo era tan sencillo; el inconveniente era que te dejaba en el centro del castillo, rodeada de vigilantes. Cuando salí a la superficie, fui con mucha confianza y seguridad hasta la puerta de las mazmorras, donde se encontraban dos guardas custodiándolas. Después de dejarles en el suelo inconscientes, algo que fue muy fácil para mí, campeona de judo, les cogí las llaves de las celdas. Me adentré en aquel lugar gris, desolado y triste, y fui rápidamente al número 37, donde efectivamente se encontraba mi gran amigo, el rey Bolgand. Cuando pasamos ya los dos juntos por encima de los cuerpos de los vigilantes, algo me hizo quedarme totalmente parada. Al parecer, venían dos personas por el pasillo de la derecha, pero yo no podía moverme... Reconocía una de aquellas voces... Sin darme cuenta me los encontré justo delante de mí. ¡Oh, no! ¡no me lo podía creer! ¡claro que lo conocía! ¡Era el propio Mike! Volví otra vez en mí y cogiéndole la mano a Bolgand, salimos corriendo por la alcantarilla, nos persiguieron cuatro hombres que no pudieron alcanzarnos y ya nos encontramos en la frontera, aclamados por todos los nobles y clérigos.

     Cuando llegamos de nuevo a Boldania, el rey Bolgand renunció a su trono. Estaba aterrado con todo lo que le habían hecho. Desde aquel día, nadie le volvió a ver. Otra persona que no volvió a aparecer fue Mike, quien evidentemente había organizado y secuestrado a Bolgand.

     Un mes después coronaron a Flack, pero, por desgracia, su reinado no duró más que unas cuantas semanas. Todos estos acontecimientos no vinieron nada bien a Boldania, y se produjo una gran revolución. Desde ese momento ya nada fue lo mismo. Todo cambió.