XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Los sembradores de
la conciencia 

Álvaro de Rábago, 16 años

Colegio Munabe (Vizcaya)

En la antigüedad fueron seres corpóreos, distintos a los humanos aunque como ellos habían tenido carne y hueso. En una época oscura, abandonaron su mundo para dirigirse al reino del vacío y las estrellas. Habían descubierto el modo de transformarse en máquinas sin fecha de caducidad, para después trasplantar su conciencia a computadoras y hacerse llamar Los Viajantes. Y, aunque distaban de ser inmortales, se impusieron una misión que empequeñecía todo poder desarrollado por cualquier otra especie del universo.

Desde que dejaron atrás su mundo, un paraíso iluminado por dos incandescentes infiernos de hidrógeno y helio, comprendieron la importancia de la conciencia. Debían ayudar a propiciarla. Sus primeros experimentos fueron rudimentarios, pero con el paso de los eones encontraron la manera de manipular la biología de manera casi mágica.

Su primer logro lo consiguieron en un mundo alejado del centro de la galaxia, en los suburbios, donde una extraña especie vivía con un miedo constante al no ser, al cese de la existencia. Aunque no tenían todavía conciencia, demostraban capacidad para la misma a través de una inteligencia menor, con la que llegaban a entender el concepto de la muerte. Los Viajantes se vieron reflejados en sus peludos rostros, que les recordaron cómo comenzaron ellos su andadura, y decidieron iniciar su trabajo.

No tuvieron prisa. Los milenios eran para ellos un mero trámite. Con el paso de los siglos fueron aplicando pequeñas mejoras a la mente de aquellos primitivos homínidos, que vivían de recolectar y cazar, hasta que finalmente prendió en ellos la conciencia. Aquellos que vivían en las llanuras africanas sintieron, por vez primera, verdadera curiosidad por su entorno y aprendieron a defenderse de los depredadores. Surgieron también algunas disputas entre ellos, ya que la conciencia suele venir acompañada por la codicia. Sin embargo, los Viajantes estaban satisfechos y decidieron que había llegado la hora de partir en busca de nuevos mundos. Y dejaron atrás a la humanidad, lo que no quiere decir que la olvidaran.

Viajaron y viajaron a través de los océanos de estrellas en busca de nuevos individuos potencialmente conscientes. Muchas veces fracasaron en sus experimentos, pero también obtuvieron logros, incluso mayores que con los hombres. Y fue gracias a esos éxitos que descubrieron la verdadera naturaleza de la mente y que no precisaban de sus cuerpos. Se habían convertido en seres que trascendían la materia; nunca más iban a necesitarla. Podían existir como seres puros de energía y radiación. Podían ser, en el sentido más profundo de la palabra. 

Viajaron de un punto al otro del universo, explorando y descubriendo, pues las maravillas del cosmos demostraron ser ilimitadas. Atrás quedaron su mundo, su sistema solar binario y su galaxia. La mortalidad era apenas un recuerdo borroso. Pero no olvidaron a la humanidad, a la que observaban desde la distancia. Les sorprendía la velocidad con que los hombres aprendían y descubrían, pues conquistaron la Tierra, los mares y también los cielos. Y cuando ya no les quedaron fronteras, se lanzaron, como sus creadores, hacia las estrellas. 

Los Viajantes habían sido seleccionados por la Naturaleza para trascender las cárceles de la materia y ser los sembradores de la galaxia. Eran energía pura, conciencia pura. Depositaron en miles de mundos la semilla de esa conciencia, de la que en ocasiones surgía el potencial de trascender más allá de las cosas existentes. Sin embargo, con la labor de sembrar viene también la descorazonadora tarea de escardar las malas hierbas. 

¿Qué debía hacerse con la humanidad? ¿Debía permitírsele evolucionar y trascender o debía ser escardada? Los Viajantes aún no están seguros, pues la especie en su totalidad muestra grandes contradicciones. Amor y odio, paz y violencia, conocimiento e ignorancia, construcción y destrucción, orden y caos. Los Viajantes saben que necesitarán más tiempo de observación para determinar el futuro de la humanidad. Sin embargo, no se apresurarán a emitir un veredicto; no tienen prisa. Disponen de todo el tiempo para decidirse.