XV Edición

Curso 2018 - 2019    

Alejandro Quintana

Luna sobre el mar
oscuro

Jorge Buenestado, 16 años

Colegio Mulhacén (Granada) 

Flotaba la luna en el oscuro cielo nocturno. Puede parecer superfluo decirlo, ya que es una característica implícita de la noche. Sin embargo, estuve un largo rato absorto en su luz blanca y fría. Pensé que la luna se siente sola y lejana de todo y de todos, infeliz en su aspecto de roca marina que cuelga de un hilo desde el que menosprecia a las estrellas. Ciertamente es la reina del cielo nocturno, a pesar de que su existencia sea un sinsentido para aquellos que creen que en esta vida todo tiene que ser útil, sin considerar que es ella la que rige las mareas e influye en partos, siembras y cosechas. La luna, además, es hermosa, una bella compañía que viene y va.

En los momentos que la carga sobre nuestras espaldas se vuelve insoportable, como cuando Atlas llevaba sobre sí el peso del cielo, basta alzar la mirada y observar el astro para que parezca que las fuerzas nos vuelven a los brazos. Tras su aire distante e impasible, cuando nos abruma la desesperanza, su luz nos anima a seguir viviendo. Y a mí me empuja a convertirme en un lunático, un pobre hombre que ha perdido el juicio ante su belleza.

Si perdiéramos la capacidad de asombro ante la Naturaleza, también perderíamos la esperanza. No nos quedaría otro futuro que la eterna soledad del negro espacio. Por tanto, ella conoce el camino para salir de nuestros laberintos, como el de aquella noche de verano en la que me encontraba perdido ante el poder de la vida y de la muerte, tratando de descifrar el motivo de nuestra existencia. La luna omnipresente me dio la respuesta: su misma hermosura.