XV Edición
Curso 2018 - 2019
Magia encuadernada
Inés Arasa, 15 años
Colegio Canigó (Barcelona)
«En algún lugar de un libro hay una frase especial esperándonos para darle sentido a nuestra existencia» (Miguel de Cervantes)
«ABIERTO»
Rocío leyó el cartel mientras abría la puerta de la Librería Malcom, que la saludó con un chirrido. Tardó un poco en acostumbrarse a la escasa luz que iluminaba la sala y, cuando sus ojos pudieron distinguir a través de la penumbra, se quedó con la boca abierta. Por fuera, la tienda no parecía medir más de veinticinco metros cuadrados, pero desde dentro era tan amplia como una plaza. De hecho, era la habitación más grande que había visto en su vida: había miles de estanterías colocadas de todas las maneras posibles —en horizontal, vertical, diagonal…—, formando pasillos hasta ocupar toda la estancia.
—Esto se parece a un laberinto —susurró.
—Buena deducción, jovencita —dijo una voz a sus espaldas que hizo que se sobresaltara.
Rocío se giró para encontrarse con un anciano que no era más alto que ella. Tenía el pelo plateado y los ojos de un azul intenso.
—Tú debes de ser la nueva empleada, ¿no?
La joven le tendió la mano.
—Sí, soy yo —le contestó atrapada por el asombro.
El abuelo sonrió. Ignorando su saludo, le dio la espalda y empezó a andar con la intención de enseñarle el local. Rocío, un tanto sorprendida, le siguió.
—Como ves —le empezó a explicar el propietario de la tienda—, aquí puedes encontrar cualquier libro, ya sea del siglo XVI o del XXI. Y apostaría cualquier cosa que hasta del 2.045 —. Esto último lo dijo murmurando, con una voz casi inaudible—. Sigamos.
«¿Del 2045?», pensó la joven, que abrió la boca para preguntar, pero el anciano ya se había metido por un pasillo.
Rocío miraba a todas partes con un brillo de emoción en los ojos. Le apasionaba la lectura. Trabajar rodeada de más de diez mil volúmenes era un sueño hecho realidad. Un sueño que iba a durar tres meses, pues se había comprometido a ayudar a aquel señor durante las tardes de aquel verano.
—¿Cómo sabré dónde se encuentra el libro que busca el cliente? —le preguntó al tiempo que sonreía en su interior, considerando que adelgazaría de tanto caminar entre aquellas miles de historias.
El señor Malcom se giró para mirarla directamente a los ojos.
—Tú no buscas al libro; él te encuentra.
La chica le miró con cara de póquer.
—¿Perdón?
—Esta es una librería especial —le explicó pacientemente el anciano, al que le divertía verla tan desorientada—. Aquí vienen personas de todo el mundo buscando trocitos de vida, de sueños, con ansias de encontrar aquello que no tienen. Eso, querida niña, es lo que estos libros te dan. La persona entra y va al pasillo de lo que busca —. Señaló un cartel en forma de flecha que había a la entrada de dos estanterías, donde ponía: AVENTURA—. Si tiene una vida muy aburrida, pasará por aquí. Si lo que le falta es amor, irá a ROMÁNTICA. Si lo que necesita son respuestas a todas sus preguntas, buscará en FILOSOFÍA. En cada libro hallará una frase, un capítulo, incluso un personaje que podrá ayudarle. Cada cliente entra y busca su libro, aquel que le dará lo que le falta. Una vez encontrado, tú podrás hallarlo en el centro de este laberinto, donde tú se lo cobrarás —le dijo—. Señorita Navarro, en esta tienda no vendemos libros normales porque aquí las personas no dan vida a los libros, sino que son los libros los que nos regalan la vida a nosotros.
En la cabeza de Rocío se empezaron a unir piezas y una nueva ilusión se instaló en su corazón. Quería también ayudar a todas las personas que buscaban la felicidad en la lectura: quería hacerlas soñar, enamorarse de la vida, darles esperanza. Por eso recorrió con los ojos, una vez más, todos aquellos anaqueles y miró al anciano.
—¿Cuándo empiezo? —le preguntó.
Una amplia sonrisa apareció en la cara del señor Malcom, que la dirigió a una mesa antigua de madera, sobre la que había unas cuantas hojas en blanco y varios bolígrafos.
Ahora fue el viejo quien le tendió la mano.
—Bienvenida a la Librería Malcom, señorita Navarro, un lugar lleno de vida.