VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Mamá, quiero ser futbolista

Ana Patricia Moreno, 16 años

                 Colegio Montealto (Madrid)  

¿A cuántos niños hemos oído decir que quieren ser futbolistas) No me extraña; la mayoría de los españoles hablan de los futbolistas como si fueran semidioses, lo cual no es de extrañar, ya que correr detrás de un balón a cambio de una lluvia de millones de euros. Lo preocupante no es que los niños y no tan niños los veneren por su calidad de juego, sino por su dinero, su forma física y su atractivo.

En muchos casos, los futbolistas son engreídos y mujeriegos, y terminan por creerse su “semidivinidad”. Otros son humildes, normales, lo reconozco, aunque sean una minoría. Pero, tanto unos como otros, siempre y cuando estén en un equipo de primera línea, reciben un salario desorbitado respecto a su trabajo.

Un médico que salva en un mes ocho vidas, suele tener un sueldo medio. Los pacientes y sus familiares se lo agradecen, pero llega a su casa, se mete en la cama y a la mañana siguiente su vida es normal. Un futbolista mete un gol, gana una millonada, se va toda la noche de fiesta y, cuando está volviendo a su casa por la mañana, la gente le persigue, le pide autógrafos, fotos y le aplauden. Ni si quiera atletas que se dedican a otros deportes, reciben este reconocimiento.

A mí también me gusta el fútbol. Entiendo la emoción que se siente cuando el balón se acerca peligrosamente a la portería contraria, y me divierto viendo algún partido con mis amigos. Pero me parece absurdo la sobrevaloración de este ocio. A este paso, vamos a tener que entrar a los estadios descalzos y en silencio.