II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Manual del buen ladrón

Inés Canals Pou, 16 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

Está bien visto el saber

que no todo es lo que parece,

pues muchos parecen tener

aquello que no merecen

     Cogí la pluma con gesto cansado. Ya pasaban las doce y las pisadas de la calle se apagaban. Tomé el pergamino entre mis manos temblorosas y empecé a escribir:

     “9 agosto 1756

     Me dirijo a ti, querido amigo. A vosotros, compañeros. A vos, mi señor.

Quedan pocas horas, así que escribiré presuroso, no vaya a ser que con un simple retraso no os lleguen mis palabras, tan necesarias en estos tiempos…”

     Un sudor perlado bajó por mi frente. El tiempo se me echaba encima...

     “...Con estas breves líneas os quiero prevenir de aquellos que temerosos miran su porvenir. De los ruines y los lerdos manteneos siempre alejados. De aquel que siempre sonríe pero que mucho calla, distánciate, querido amigo. De los justos y los honrados, aléjate con finura. De los buenos… ¡ay, los buenos! Si yo te hablara..., pues conocí pocos, mas por ellos estoy aquí, así que con ellos toda prevención es poca. Y de aquellos que dicen escucharte, guárdate bien, pues no sabes cuándo te podrán coger…”

     Tras estas palabras, eché una mirada rápida sobre el hombro. Morir en la horca era algo que me atemorizaba. Miré a la luna con gesto de añoranza. Bajo ella había pasado más de una aventura inolvidable. Vino a mi memoria aquella noche en la que ganamos el sueldo de dos años. Y aquella otra en la que, tras largas horas de conversación, llegamos a nuestro objetivo y obtuvimos un botín incontable.

     “…Y ya por último, os digo que no hay mejor porvenir que el del buen ladrón, pues tener el futuro bien trazado siempre fue cosa buena, ya que no hay mal peor que el de aquel que no tiene presente por falta de futuro.

      Así que a vosotros me dirijo, compañeros del gobierno, por sonrientes y callados, a los que se creen buenos, a los ruines y a los lerdos. De todos vosotros me despido, no sin antes recordaros que, de político, puede que no, pero de ladrón, yo fui el mejor”.