XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Marte, aquí y ahora 

María Hernández Merchante, 14 años

Colegio Tierrallana (Huelva)

Los martes son, sin duda, un imán para mi mala suerte y la de muchas personas de mi edad. No soy supersticiosa –me parece una insensatez–, pero estoy convencida de que el martes me odia. Ya sólo el origen del sustantivo, del latín Martis, Marte, no me gusta.

Marte es un planeta tan desierto y desolado como mi vida: aburrido, vacío, soporífero… Siempre la misma rutina. Claro que, seguro, no soy la primera adolescente que se queja de su vida porque se la pasa haciéndose ilusiones con aspiraciones imposibles que nunca llegan. Si le preguntas a cualquier chico o chica de mi edad: <<¿Qué tal te ha ido el día?>>, te responderá con un desapasionado <<Sin más>>. Nos quejamos de cosas pequeñas, influidos por la rebeldía y el deseo de independencia propio de la edad: nuestros padres y sus reglas, los estudios y otras obligaciones.

El remedio que propone mi generación es el siguiente: “No pienses en tu día, vívelo”. Si no pensamos, la jornada será más aburrida, pero prefiero seguir al resto, ya que (intento convencerme) un adolescente que reflexiona no es un adolescente. En fin, que solo pienso en que mañana será miércoles, del latín Mercuri, Mercurio. Y para mí Mercurio es mejor que Marte. Miércoles, mejor que martes. Aburrido también, pero menos.

¡Hay que ver cómo puede variar la opinión de una adolescente de un día para otro! Según los adultos, son malas pasadas que nos juegan las hormonas. Deberían tener en cuenta que también nos influyen los sucesos imprevistos. Porque si hoy es miércoles… ¿cómo puede cambiar mi perspectiva en veinticuatro horas? Pues todo se lo debo a un golpe de ética. Sí, un golpe de Ética.

Cayetana y Lucía jugaban a pasarse el libro de Ética la una a la otra en medio del aula, en el típico revuelo que surge por la ausencia de la profesora, acompañado de risas y gritos. Una de las veces que Cayetana le lanzaba el ejemplar, crucé por medio de ambas sin darme cuenta y… ¡ay! Vi las estrellas cuando el lomo me dio en la frente y me desplomé con tal estruendo que se extinguió el jaleo. Cayetana, Lucía y María vinieron a socorrerme, mientras el resto de compañeras permanecían atónitas, como si de una película se tratase. Me acribillaban a preguntas: <<¿Estás bien, Ana?>>, <<¿Te has hecho daño?>>, al tiempo que me levantaba frotándome la frente.

De la misma fui a recoger el libro del suelo. Entonces me percaté de que en la doble página por la que había quedado abierto, destacaba un título: <<Tu día depende de ti>>.

Esas cinco palabras daban la solución al problema de los adolescentes que decimos sobrellevar la vida porque siempre es igual. Así que lo tomé con las manos y leí el texto al completo, del que saqué esta conclusión: si quieres que la rutina desaparezca, cambia tú primero. Y esta otra: si estás cansado de vivir del mismo modo, ¡haz algo al respecto!

La sociedad necesita gente espabilada que encare los problemas y presente soluciones, en contra de ese <<Sin más>> que suena a perdedor. Los adolescentes valemos mucho más que para quejarnos, pues son nuestros propósitos los que marcarán nuestras capacidades. El momento y el lugar de actuar correctamente es ahora y está aquí.

Sé que los científicos están buscando vida en Marte. Ignoro si la habrá. Yo sí que la he descubierto en mi propio Marte, que no está tan desolado como había decidido pintármelo. En este planeta rojo hay mucha gente que me quiere y muchos interrogantes que merecen una exploración. Y sucede lo mismo en los demás planetas y asteroides: la Luna, Mercurio, Júpiter, Venus… He decidido que ya es hora de construir un jardín en cada uno de ellos.