III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Martín

Beatriz Fernández Moya, 14 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

   Martín es un niño de diez años que vagabundea por un barrio del centro de Sevilla. Es consciente de que todo el mundo lo mira, sin reprimir un gesto despectivo ante su cara llena de churretones y sus sucias ropas.

    Lleva despierto desde muy temprano. Después de andar desde su chabola, en un barrio marginal a las afueras de la ciudad, hasta Los Remedios, ha comenzado a mendigar. Como él hay muchos niños a los que sus padres mandan a pedir para poder mantener a la familia, pues siempre los niños despiertan mas compasión en las personas mayores. Los utilizan como utensilios para ganar dinero, a los que les han prometido palizas y numerosas amenazas si vuelven con las manos vacías.

    Martín se siente responsable del hambre que puedan pasar sus hermanos más pequeños. Se acerca temeroso a una mujer de rostro amable y sonrisa conciliadora, que acaba de salir de hacer la compra de un supermercado. La mujer lo mira con infinita ternura y le entrega un paquete de comida y algo de ropa. Martín sonríe tímidamente, coge el paquete con sus pequeñas manos y musita un tímido “gracias”. Después corre alegre a su casa.

    Pero, aunque ha conseguido su objetivo, hoy no será un día feliz para Martín. Un grupo de chavales que le superan en número, fuerza y edad, deciden divertirse a su costa. Lo rodean y le quitan el paquete. Empiezan a pasárselo unos a otros, como si fuera un balón. Martín, desesperado, corre de un lado a otro intentando recuperarlo. No contentos con eso y al verlo tan indefenso, el cabecilla maquina un plan para reírse del pequeño.

    -Si quieres recuperar el paquete, tendrás que pelear conmigo. Si tú ganas, te devuelvo el paquete, sino, me quedo con él y, como estás muy sucio, te echamos al Guadalquivir.

    Martín, consciente de que no tiene otra escapatoria, compone un gesto desafiante. No quiere que se le note el miedo. Todos se dan cuenta de que tiene agallas. Pero no le sirven de mucho, pues tras dos puñetazos y una patada queda tirado en el suelo. Decidido a no rendirse, se pone en pie. Siente como las piernas le tiemblan.

    -Has perdido.

    Tras un breve paseo, llegan a la orilla del río. La pandilla alza a Martín y lo lanza al agua. En ese tramo del río, los muelles están bastante altos y en ligera pendiente. Desde arriba no se aprecia y se dan cuenta del detalle de la pendiente cuando Martín está en el aire.

    La vida le abandona en el mismo momento en que su cuerpo choca con la dura piedra, después de rodar unos metros hacia abajo. Su cuerpo da unas cuantas vueltas antes de hundirse en el agua para después volver a aparecer y alejarse lentamente.

    La pandilla, al contemplar a su primera y ultima víctima, huyen con un sentimiento de culpa que nunca antes les había acompañado. Dejan tirado en el muelle el paquete por el que Martín sacrificó el último aliento.