III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Me siento española

María Estraviz, 15 años

                 Colegio Montespiño, La Coruña  

       Estudio cuarto de ESO y una de mis asignaturas es Cultura Clásica. En ella hemos visto los orígenes, las costumbres, organización política y militar, educación..., de griegos y romanos. Uno de los temas estuvo dedicado al “panhelenismo”, un sentimiento supranacional que unía a todos los griegos por el hecho de ser griegos. Este sentimiento llegaba a tal punto que, para la celebración de los juegos Olímpicos se decretaba una tregua sagrada que interrumpía momentáneamente las guerras, con el fin de que todos los griegos pudiesen disfrutar de ellos.

       Nadie pone en duda que los griegos fueran un gran pueblo. Sus restos, rescatados y algo modificados por los romanos, aún perduran en nuestra sociedad y cultura, influyendo en muchas de nuestras costumbres. No olvidemos que ese sentimiento de unión fue muy importante en sus numerosas conquistas y progresos. Y sin embargo, ¡Qué lejos estamos los españoles de esa unidad!

       Gran parte de la culpa la tienen los políticos, que no hacen más que confrontarnos. En primer lugar, parece que ni gallegos, catalanes ni vascos queremos ser españoles. ¡Mentira! Por más que en las tres Comunidades haya nacionalistas e independentistas, abundamos en mayoría los que queremos mucho a nuestra tierra y a nuestra lengua -en mi caso el gallego- sin dejar de sentirnos españoles. ¿Acaso no es enriquecedor que haya diferentes lenguas y culturas dentro de un mismo país? Los idiomas son del pueblo y no tienen por qué provocar división ni ser impuestos o asociados a una ideología política.

       Desgraciadamente, determinados actos patrióticos son mal clasificados por un bando político u otro. ¿Qué tiene de malo que queramos nuestra bandera? ¿Y que tarareemos nuestro himno? ¿Qué pasa si nos gusta afirmar que, ante todo, somos españoles? Estos sentimientos no son franquistas ni republicanos, fachas ni “rojos”, nacionalistas o estatalistas. Son sentimientos de libertad, amor y respeto.

       A pesar de que la selección española dejó bastante que desear en el último Mundial, yo no me perdí casi ningunos de sus partidos. Me encanta contemplar a una masa roja y amarilla animando a su equipo, a su país. Ninguna afición era tan llamativa, tan ruidosa, tan animante como la nuestra. No importaba que los jugadores fuesen vascos, gallegos, catalanes o mallorquines. Todos ellos formaban nuestra selección y todos éramos con ellos una única afición, una gran fiesta a la que los demás miraban con envidia.

       La bandera, el himno, la cultura, las lenguas, la Constitución, las leyes, las selecciones deportivas… son de todos los españoles y todos deberíamos sentirlas nuestras y luchar por mejorarlas. Deberíamos sentirnos orgullosos de haber nacido en nuestro país y comprometernos con su futuro. Lo que hace que un país se debilite es división y la indiferencia de sus habitantes.