III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Mi abuelo

Maria Barrio, 16 años

                  Colegio Alcazarén, (Valladolid)  

       Mi abuelo es una persona de lo más fascinante. Todos los días hace y dice lo mismo. Estudiarle me supone menos que sacar un simple aprobado en matemáticas de preescolar.

       Mi abuelo vive en una mansión a las afueras de un pequeño pueblo. Es un gran banquero y cuenta con numerosos empleados a su servicio. Entre todos ellos, mi preferido es Roger, un botones tan serio como gracioso que trabaja desde hace años para la familia. ¡Lo paso tan bien con él! Recuerdo una vez que le dije, en plena noche, que mi abuelo le llamaba. Se presentó con un camisón y un candelabro en su habitación. A mi abuelo casi le dio un infarto al verle allí. Y a mi una ataque de risa.

       Como he dicho, mi abuelo es una persona muy metódica. Todos los días se levanta a las seis de la mañana. En realidad, es Roger quien lo levanta. Le hace la cama, le prepara el desayuno, se lo sirve y llama a su chofer. Mi abuelo se limita a refunfuñar, si tiene sueño, si el desayuno no le gusta, etc. Y son sus protestas las que todos utilizamos a modo de despertador.

       A las tres de la tarde, todos los días, puntual como mandan las agujas del reloj de la entrada, llega a casa. Yo lo espero y le recibo. Le doy un beso en su brillante cabeza, me guiña un ojo y le acompaño al comedor.

       Mi abuelo siempre toma un aperitivo a las tres y once minutos, sentado en su comodísimo sillón. Mientras, yo permanezco sentada en la alfombra, esperando a que me cuente una de sus batallitas. Si supierais lo bien que lo hace... Cuando termina, siempre me da un consejo:

       -Marina, nunca abuses de los de tu alrededor, sé siempre amable y no pongas a las personas a tu servicio.

       A continuación, para mi sorpresa, oigo que se dirige al botones:

       -Roger, a prisa, mi nieta y yo estamos esperando que nos sirva la comida.