X Edición
Curso 2013 - 2014
Mi enrevesada historia
Amaya Senciales, 14 años
Colegio Sierra Blanca (Málaga)
Estaría encantado de presentarme si estuviera seguro de que voy a poder ponerme cómodo. Desgraciadamente no va a poder ser así, pero eso no impide que puedas decirme un cortés <<hola>>. ¡Faltaría más!
Qué falta de educación la tuya.
Es extraño… Mi saludo está durando más de lo normal, así que ha llegado el momento de decirte quién soy yo. Bueno, de hecho ahora mismo ya te lo estoy diciendo. ¿Cómo? ¿No lo captas?... Ah, me parece que esto va a resultar más difícil de lo que yo pensaba. Porque yo… Yo soy… Soy un mensaje.
Estarás pensando: ¡tantos preámbulos para esto! Pero mi historia es muy enrevesada, no te creas.
Me escribieron en esta hoja de papel blanco, en esta misma avenida, la tarde de ayer. Un chico me convirtió en avioncito para colarme por la ventana de su mejor amigo, que vive en el primer piso. Sin embargo, la papiroflexia nunca fue su fuerte: la ley de la gravedad me hizo caer en las manos de un anciano que leía tranquilamente el periódico en la terraza del bar. Éste me tiró al suelo, molesto. Poco después llegó una joven que escribió sobre mí su número de teléfono y se lo dio a un muchacho. El adolescente se lo guardó en el bolsillo, pero su maltrecho pantalón tenía un agujero, por lo que salí a escape.
Un estudiante de medicina que, casualmente, caminaba por allí, me tomó al vuelo y me utilizó como separador entre las páginas de un gigantesco libro. Me llevó a su casa y su hermana, en un momento de prisa, me sacó del manual y buscó un hueco en el que le dejó una nota a su madre (con una letra prácticamente ilegible), en la que decía que iba a salir un momento. Pero como la vida obedece sólo a los prudentes, la niña olvidó cerrar la ventana, por lo que una ráfaga de aire (o puede que fuera el destino) me hizo llegar hasta este lado del parque.
Desde entonces, como te podrás imaginar, he sufrido infinidad de acontecimientos. Hace un rato, por ejemplo, una anciana, en un momento de ternura con su nieta, me ha convertido en un barquito de papel. La pequeña me ha hecho flotar en el estanque. Justo estaba a punto de hundirme cuando tú, alma caritativa, me has sacado del agua.
Ha llegado, por tanto, el momento de darte las gracias.
Debo proseguir mi viaje, así que… ¡Suéltame!
En realidad, he estado a gusto contigo. Te recordaré mientras me envías a otra persona.