II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Mi estrella

Paula Valeria, 16 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

    Se hacia tarde y ya era hora de recoger. Los niños somos capaces de amontonar una cantidad ingente de trastos, de manera que cuando hay que poner orden y guardar todo la simple tarea de hacerlo se convierte en otro juego que nos lleva también su tiempo. Al menos mamá hacia que nos pareciera un juego, y necesitábamos media hora para que todo estuviera en su sitio. Faltaba poco para que papá llegase a casa y siempre lo recibíamos con todo en orden y la cena a punto. Así era mi madre, su vida giraba entorno a nosotros y a mi padre, y yo sabia que era una mujer feliz. Sus triunfos eran los nuestros, y su tiempo lo dedicaba por entero a nosotros. “Vosotros sois mi único éxito”, decía.

    Andábamos en esas de recoger los juguetes cuando me encaramé en una silla para subir al altillo del armario y poner a salvo algunos de mis tesoros de las manos de mis hermanos. Mientras escondía mis cosas encontré una caja de cartón bastante vieja, y con mucho cuidado la bajé y la llevé a mi habitación. Cerré la puerta y me apoyé sobre ella para evitar que nadie la abriera de repente. Lleno de curiosidad, decidí mirar qué guardaba en su interior. Me senté en el suelo y con mucho cuidado saqué todo lo que había dentro: una libreta de tapas duras de cartón, un poquito desgastadas pero llenas de misterio para mí.

    La leí muchísimas veces a lo largo de los años. Fue mi secreto. Crecí, me fui haciendo un hombrecito y cada vez que en la soledad de la noche la cogía e iba leyendo sus páginas, la entendía con más profundidad. Aún hoy que ya soy un hombre, de vez en cuando vuelvo a releerlas y en ellas encuentro nuevos detalles de esa persona maravillosa que fue mi madre, con toda la sabiduría de la vida que atesoró.

    Siempre pensé que mi madre, a la que adoraba, no había hecho esas cosas que a los ojos de los hombres son grandes. Sin embargo, la grandeza de ciertas personas pasa inadvertida para la humanidad, pero obra maravillas entre aquellos a quienes aman. Si yo he hecho algo grande y reconocido. es porque ella dejó de hacerlo por nosotros.

    Las primeras hojas de la libreta eran escritos de mi madre antes de conocer a mi padre. ¡Le encantaba escribir y lo hacía con destreza! Encontré multitud de breves historias y bellos poemas. Más adelante, pensamientos y reflexiones sobre la vida y, después, el comienzo de su gran aventura: un libro. Empezó a escribirlo en esa libreta hasta que, llegado a un punto, no continuó.

    Formó su familia y le comimos todo su tiempo. Salir adelante era difícil, pues ella, siempre con su sonrisa contagiosa, se ocupó de tantas cosas que se olvidó de las suyas. Por lo que fuera yo heredé su facilidad para las letras y un día me decidí a acabar aquel libro. Su historia se convirtió en mi historia, todo un éxito.

    Hoy soy un escritor reconocido. Disfruto escribiendo. Pero siempre que cojo una pluma pienso en ella con alegría, porque se que parte de ella está en mi, y que mi triunfo es suyo también. Y doy gracias a Dios por esa estrella que fue mi madre.