V Edición

Curso 2008 - 2009

Alejandro Quintana

Mi padre era

Johanna Zambrano, 14 años

                 Colegio Pineda (Barcelona)  

No era un hombre de ciudad, cualquiera podía comprobarlo a primera vista. No era su vestimenta la que lo delataba, se trataba más bien del modo de llevarla, como si no estuviera acostumbrado a usar piezas elegantes. Tal vez fueran sus ojos, generalmente llenos de una alegre burla, que podían cambiar en menos de lo que dura un latido del corazón en una expresión de feroz dureza. O su boca, que siempre esbozaba una ligera sonrisa como si se burlase en secreto de sí mismo.

Así era mi padre, un hombre fuerte, carismático que estaba siempre ocupado en sus labores. Cualquier persona que lo conoció sentía ante él un gran respeto, como lo sentimos mis hermanos y yo.

Lo honrábamos y le profesábamos la mayor estima. Con solo mirarle a la cara descubrías que era un hombre de elevados principios.

Cuando trabajaba en la granja, observabas a una persona que se sentía unida a la tierra y se enorgullecía de plantar y recoger las cosechas. La agricultura era su pasión y él el mejor de los granjeros.

Cualquier persona que quisiera hablar con mi padre, recibía sus atenciones, porque no se desentendía de nadie. Le gustaba recordar la Guerra, los porqués del bando al que había servido, de sus devociones religiosas, de la gente, de las secuelas de aquellos años de espanto.

Me entristece conocer a gente que no gusta de pasar el tiempo con sus padres. Yo sí lo hice y por eso le conocí tan bien. Por aquel entonces tenía la sensación de ser, secretamente, su hija favorita. Era enormemente compresivo conmigo, paciente, tierno y sabía escuchar. Su voz era suave y cuando lo veía sonreír entendía la pasión que mi madre sentía por él.

Lamentablemente ya no está con nosotros, pero me hubiera gustado que todo el mundo le hubiera conocido, al menos su físico, porque sólo su presencia mostraba que era una persona encantadora, humilde, que respetaba a los demás como a sí mismo y que era muy feliz con los suyos. Estoy segura de que, desde el cielo, me sigue protegiendo.