II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Mi Palma de Cervelló

Sandra Alemany , 16 años

                  Escuela Pineda (Barcelona)  

-¿Cuántos pájaros cantores oyes?

-No lo sé, pero ni cerrando los ojos y prestando atención soy capaz de averiguarlo.

Es una maravilla vivir cerca de un bosque como es el que está detrás de mi casa. Este conjunto de pinos que vieron crecer a nuestros antepasados son, y siempre lo han sido, la envidia de las grandes ciudades, en las que sus habitantes se ven obligados a convivir con la polución.

Sentada en la terraza frente a este espectáculo natural, me dispongo a escribir lo que, como un rayo, ha pasado por mi mente.

Después de un día intenso en el colegio (y digo intenso, porque ya se acercan las duras semanas de exámenes finales) se agradece tanta armonía. Parece mentira que, apenas a un cuarto de hora de Barcelona, pueda variar tanto el paisaje, pueda uno medio olvidarse del ajetreo constante que habita en el interior de los ciudadanos. Por eso me encanta vivir en mi pueblo.

Lo mejor son las cenas de verano. Cuando los intensos rayos del sol han cesado y el calor es más soportable, muchas familias salen a comer a las terrazas. Es muy agradable conversar con los grillos y las ranas de las balsas de fondo.

Siempre que recibo visitas de mis amigos de la ciudad oigo la misma exclamación:”¡Cómo te envidio, Sandra!”. La verdad es que me enorgullezco de mi patria chica. Vivo aquí desde que nací y me siento muy arraigada a estos bosques.

¡Qué gozada descubrir, mientras escribo, una golondrina que vuela por encima de mi cabeza, dibujando piruetas sobre el cielo del atardecer!¡Qué misterio aquellas niñas que corren por el camino que se pierde entre los árboles!¡Qué descanso el tañer de las campanas de la iglesia, que repican al vuelo de las cinco y media! Es un auténtico privilegio vivir en este pueblo. Jamás lo cambiaría por nada.

Es ahora, después de darte a conocer este rincón privilegiado de Barcelona, cuando quiero advertirte que se pretende construir una carretera que atravesará nuestro querido bosque. La paz de la naturaleza se verá invadida por coches, motos y camiones. Entre los proyectos de construcción, no caben los árboles ni las flores.

Muchas de las personas que habitan en La Palma, sostienen que la carretera es necesaria pero que existe otro trazado alternativo que sería más sencillo y económico y, lo más importante, el bosque no resultaría dañado.

Sentada en mi terraza, contemplo a los ancianos que pasean, a las mujeres que van y vienen con sus carritos de la compra, a los niños que montan en bicicleta, a los chicos que sacan a sus perros. Ojalá que este bosque siga siempre como está.