VI Edición

Curso 2009 - 2010

Alejandro Quintana

Mi primer afeitado

Rafael Contreras, 16 años

                  Colegio Altocastillo (Jaén)  

Contemplé la espuma en mi mano, suave y esponjosa al tacto. Era mi primera vez. Me apresuré a extenderla por mis mejillas y barbilla, como si fuera un alto ejecutivo.

Comencé por la parte izquierda, dado que soy diestro y siempre me gustó dejar lo más fácil para el final. Dispuesto, alcé el instrumento y realicé la primera pasada. No me esperaba que diera tanto gusto el frío tacto de las cuchillas de metal.

Inseguro, me contemplé en el espejo. Mis ojos irradiaban una profunda determinación, así que continué seguro de mí mismo. El mentón primero y la barbilla después. Recordé a mi padre cuando yo era más pequeño. Muchas veces le había visto y sólo tenía que repetir lo que él hacía frente al espejo. Sin embargo, llegué a la parte más peligrosa, y procuré ser más cauto para evitar los obstáculos: la garganta. La más leve distracción, el más fugaz pensamiento puede tener consecuencias catastróficas. Contuve la respiración. Podía sentir mi pulso y que el tiempo se detenía mientras acercaba la navaja.

Una, dos y hasta tres pasadas fueron suficientes para dejarla limpia y suave. El resto, fue un juego de niños porque, como ya he dicho, me gustó siempre dejar lo más fácil para el final. Lo único con lo que debía tener algo de cuidado era con las patillas, pero comparado con la garganta, fue sencillo.

Finalmente aclaré mi semblante con agua y me observé en el espejo del aseo. Mi piel estaba tersa y suave, como la de un bebé. Un afeitado perfecto y… ¿Qué diablos?...

Una marca sangrante en la parte izquierda de la garganta me aseguraba que no había sido tan cuidadoso como había creído. Sin embargo no era nada grave. Suspiré resignado mientras un pensamiento iluminaba mi mente: “La práctica hace al maestro”.