III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Mi seto

Sara Mehrgut Palenzuela, 15 años

                 Colegio Alcazarén (Valladolid)  

    Mientras escuchaba el interminable sermón de la profesora de Historia, recibí un golpe en la cabeza. Era una notita de Clara:

    <<¿Te quedas a comer?>>

    Le respondí que me iba a casa de mis abuelos, como cada miércoles. Diez minutos después termino la clase, salí del colegio y me dirigí hacia allí.

    Como la puerta de la urbanización está muy lejos de la carretera, salté un seto al que, semana a semana, le he tomado cariño. Me asombra lo rápido que cambia: en otoño sus hojas se vuelven castañas y crujen; en invierno se me engancha la falda del uniforme en sus desnudas ramitas; en primavera florece y sus hojas me acarician.

    Llamé tres veces, como es la costumbre familiar. Nadie respondió. Volví llamar. Nadie me abrió. Esperé junto a mi seto. Mientras pensaba si volver al colegio o seguir aguardando, escuché una voz:

    -¡Sara, eo...!

    Era Álvaro, mi hermano mayor. Se acercaba muy serio. Le interrogué:

    -¿Qué te pasa?

    Pero él tardó en responder:

    -El abuelo ha muerto.

    De repente, el mundo pareció derrumbarse a mis pies. No era posible... Me resultaba imposible asimilarlo. Me sentí abrumada y noté como mis ojos se humedecían. A la vez que caía un lágrima sobre mi falda, le pregunté:

    -¿De qué?.

    Álvaro me dio la espalda. Mientras esperada su respuesta, empecé a arrancar hojitas del seto. Volvió a darse la vuelta y con una gran carcajada soltó:

    -¡Es broma, inocente!.

    Me quedé de piedra. No podía soportar su falta de sensibilidad. Me enfadé con él: no era más que un cafre. Yo seguía llorando. Mientras asimilaba su estupidez, él me dijo que se quedaba también a comer y traía las llaves, porque los abuelos aun iban a tardar en llegar.

    Esa noche no pude conciliar el sueño. Me di cuenta de que no sabemos lo que tenemos hasta que parece que lo perdemos.