XVII Edición

Curso 2020 - 2021

Alejandro Quintana

Miradas esperanzadas 

Andrea Montes, 16 años

Colegio Ayalde (Vizcaya) 

¿Algún día volveremos a saludarnos con dos besos? ¿Algún día volveremos a tocarnos, sin miedo a la posibilidad de que ese gesto nos lleve a contagiarnos?

Al comienzo de la pandemia por coronavirus nadie se esperaba que la “nueva normalidad”, de la que tanto hablaban los informativos, fuese a ser tan distinta a nuestra vida de antes del confinamiento. De hecho, son dos palabras que dan vértigo al comprobar el giro de ciento ochenta grados que hemos dado en nuestras costumbres. En un par de meses pasamos de vivir con normalidad y libertad, a hacerlo con toques de queda, mascarilla y gel hidroalcohólico. 

Antes podíamos ir al cine, al teatro o al supermercado sin tener que tomarnos la temperatura en la entrada. Podíamos compartir una tarde con nuestros amigos en la terraza de un bar y que nos faltase el aire por la risa y no por culpa de la mascarilla. El coronavirus nos ha cerrado muchas puertas. Ha echado el candado y ha lanzado las llaves al fondo del mar. Mientras, luchamos por encontrarlas para seguir viviendo sin preocuparnos de la fuerza con la que rompen las olas.  

Como, por desgracia, la mascarilla va a estar con nosotros durante un tiempo, me fijo en la cara de la gente y solo descubro los ojos, en los que noto la tristeza de no podernos expresar con la totalidad de nuestros gestos. Hace unos días una profesora nos dijo que el país se ha vuelto más gris, con los bares cerrados y las calles vacías a partir de las diez de la noche. Antes podíamos ver las expresiones faciales de la gente, la sonrisa de una abuela y su nieto mientras paseaban, el enfado de un padre con su hijo o el gesto enamorado que intercambiaba una pareja que caminaba de la mano. Ahora, salir a dar un paseo es un cruzarse con una masa de personas con mascarillas de colores y estampados variados, sobre las que se asoman ojos sin emoción alguna. A veces se cuelan miradas esperanzadas de algún desconocido que  nos transmiten un <<¡Ánimo!>>, un <<Saldremos de esta>>.

Una de las situaciones que más me entristecen es el juego de las niñas de primaria en mi colegio, pues están recluidas en espacios reducidos, separadas las unas de las otras, chillando para tratar de entenderse las de una clase con las de otra. A sus ocho años mueven los brazos con ímpetu para conseguir que sus amigas las comprendan. El mensaje a veces llega, pero en otras ocasiones se pierde por el camino, y acaba en un <<Nada; da igual>>.

La pandemia nos hará a unos más cuidadosos y a otros nos convertirá en maniáticos de la limpieza, hasta que perdamos del todo la cercanía que nos caracterizaba. Ojalá me equivoque y solo nos quede un corto periodo que nos sirva para valorar los abrazos y los besos. Ojalá dentro de unos años recordemos la mascarilla como aquella tela que nos salvó y no como un trapo que nos quitó la libertad de comunicarnos.