II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Mis tesoros

David Fuente, 16 años

                 Colegio Vizcaya, Zamudio (Vizcaya)  

    Allí estaba yo, nadando rió abajo. A mí izquierda vi aparecer un molino, y salí del rió para observarlo más de cerca.

    Sentí el viento y el ruido de las aspas al moverse. Me agarré a la que justo pasaba a mi lado y empecé a reír mientras me arrastraba hacia arriba. De pronto, deje de hacer pie. Ya no parecía tan divertido. Me agarré fuerte y seguí subiendo, lentamente, a merced del viento. Con esfuerzo logré sujetarme firmemente hasta sentirme seguro. Aún no había llegado al cenit y entonces lo vi: todo el pueblo y la gente con la que me había relacionado estaba bajo mis pies. Incluso los pájaros parecían volar más abajo. En ese momento oteé el horizonte y vi mas allá de donde nunca había ido. En ese momento... Un instante...

    De pronto, mientras bajaba en mi aspa, las copas de lo árboles parecieron ascender. Estirando el cuello en vano, intente mantener en mis ojos aquella impresión de la altura, pero lo único que lograba era ver las espesas capas de hojas y ramas. Mientras aquel árbol parecía engrandecer, mi euforia encogía. Las oscilación de las ramas disminuía a medida que iban ensanchándose. Al final, gruesas como pequeños árboles, se encontraban unidas al tronco, un tronco sujeto firmemente a la tierra por enormes raíces.

    Me embargó una sensación de pena y desesperación. Ya no volvería a subir tan alto, jamás lograría ver tan lejos. Exhausto y melancólico, puse los pies en el suelo y me tumbé.

    Entonces, tirado junto a un jazmín, su fragancia suave y su blancura inmaculada me lo mostraron. ¡Qué hermosas se ven las flores a pie de tierra!