III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Momentos decisivos

Núria Martínez Labuiga, 14 años

                 Colegio Vilavella (Valencia)  

    Hay momentos decisivos para la vida de un joven, que le harán sentirse satisfecho o defraudado en un futuro.

    Carlos, por ejemplo, vivía en Valencia y con catorce años le invitaron a una fiesta por primera vez. Fue con su pandilla a la casa del amigo de un amigo, del que sólo sabía que se llamaba Fernando.

    A la una de la madrugada se sentaron en unos sofás, alrededor de una mesa. Los que no cabían en los sofás se acomodaron en el suelo. Fue entonces cuando apareció el tal Fernando con dos botellas de whisky y una más de vodka. Le seguía otro chico con dos botellas de Coca-cola y una de Fanta.

    Por un momento, Carlos quiso volver a su casa. No quería beber, pero le asustaba llamar la atención.

    Todos comenzaron a servirse el alcohol, excepto él, que trato de pasar desapercibido, pero no lo consiguió: uno de sus amigos le preguntó si quería que le sirviera algo y él asintió, por lo que su amigo le llenó prácticamente todo el vaso de whisky y solo añadió un dedo de Coca-cola. Carlos se arrepintió de no haberse servido él mismo, poniendo en duda aquella mezcla.

    Bebió muy poco a poco. Cuando aun tenía en mano su segundo cubata, todos los demás ya comenzaban a vaciar las botellas. Entonces Fernando se sacó de no se sabe dónde un bote lleno de marihuana. Todos comenzaron a enrollarse sus hierbas, menos Carlos, al que su amigo miró desconcertado y le preguntó si él no iba a fumar.

    Aquí llegó el momento de la decisión: primero balbuceó un <<pues…, yo…, mejor no…, ahora mismo no me apetece…>>, lo que indicó su inseguridad. Seguidamente, el amigo de su amigo le trató de engatusar diciéndole que por probar no pasaba nada, sin acordarse de que él llevaba fumando marihuana desde los doce años y de que no estaba muy seguro de poder dejarlo.

    Carlos pensó rápidamente su respuesta. Podía decidir entre dejarse llevar y fumar, o negarse. Si escogía lo primero, cada vez que fuera de fiesta le costaría el doble decir que no, mientras que si se negaba, la próxima vez tendría más seguridad y le sería más fácil mantenerse en sus trece.

    Así que su contestación final fue:

    -Oye, no me torres. Yo no te trato de convencerte para que dejes de fumar porquerías, así que tú no trates de convencerme para que comience a hacerlo.

    Su amigo no volvió a preguntarle en toda la noche si quería fumar. Pensó que Carlos era un chico valiente.