II Edición

Curso 2005 - 2006

Alejandro Quintana

Mucho más que Austwich

Irene Tor Carrogio, 14 años

                 Colegio Canigó (Barcelona)  

    Estas vacaciones navideñas las he pasado en Polonia, junto a una amiga de Varsovia. El viaje no tendría nada de particular si no fuese por el gran hallazgo que he realizado: ¡Polonia es más que Austwich y la II Guerra mundial! No hace falta que nadie me lo diga, pero me gustaría saber cuántos de ustedes piensan lo mismo, cuántos ven más allá de ese mito que se les ha adherido a los polacos y del que llevan 61 años intentando desprenderse.

     Si alguien nos habla de Polonia es para decirnos que visitó los numerosos campos de concentración, como Treblinka o Sobibór, pero sobre todo Austwich, y los diversos museos que recuerdan una guerra no muy lejana. ¿Habrá alguien que nos diga que en Varsovia se encuentra el árbol de Navidad más alto de Europa (72 metros)?¿Conocerá alguien el edificio del controvertido Palacio de Cultura y Ciencia, levantado entre los años 1952-1955, el más alto de Varsovia (234 metros hasta el pico de la antena televisiva) y cuyo estilo es el del realismo socialista?¿Habrá alguien que sepa que Gniezmo es considerada la primera capital de Polonia? ¿Sabría decirme alguien cuál es la ciudad que posee las primeras hilanderías y fábricas de tejidos del siglo XIX y la calle de mercadeo más larga de Europa? Me encantaría saber cuántas preguntas han podido responder. Lo más probable es que ninguna y no les culpo, pero ¿qué pasaría si les pidiese que me nombrasen un campo de concentración o en cuántas regiones se dividió Polonia en 1939? Las respuestas serían, seguramente, correctas. Conocemos a Chopin, a Marie Curie y al Papa Juan Pablo, sabemos que nacieron en Polonia. ¿En qué ciudad? No sigo preguntando, porque todos estaríamos suspendidos.

     Para cualquier persona no polaca, es normal no saber más que lo exclusivamente necesario de ese país, lo más relevante. Hasta aquí estoy de acuerdo, pues no podemos esconder ni olvidar una guerra que trajo consigo tantas desgracias y muertes y que marcó a toda la humanidad, pero deberíamos pasar página, tener en cuenta lo aprendido durante esa época tan difícil y mirar hacia delante, al progreso. Los polacos ya lo han hecho, pero somos los demás los que no les dejamos creer que ya no son aquel país triste que fue invadido tantas y tantas veces por diferentes países vecinos.

     Durante mi estancia en Polonia, me avergonzó profundamente no saber más que cifras de muertos de la guerra, el nombre de algún que otro tirano y los años durante los cuales este país vivió una completa pesadilla. Los polacos a los que conocí no cesaron de preguntarme sobre la Unión Europea a la que hace poco que se han incorporado; tienen ganas de progresar, de demostrar que ya no son una nación débil y que tienen mucho que ofrecer. ¿Les seguiremos poniendo la etiqueta de sufridores? De nosotros depende.

     Todo país tiene una fama característica, a veces buena y otras menos beneficiosa, pero no suele ser tan cruel como la de Polonia. Si a España se le conoc