III Edición
Curso 2006 - 2007
Muletas y buena educación
Remei Pallàs, 16 años
Colegio Canigó (Barcelona)
Desde hace unos días tengo que andar con la ayuda de unas muletas. Hice un mal gesto en mi ultimo partido de baloncesto, y tendré que llevarlas durante un par de semanas. Pensé que no sería gran cosa, pero estoy sorprendida y muy decepcionada, no por la lesión, no porque me duela la pierna, no por las pesadas noches de insomnio o la dificultad para encontrar una postura cómoda, no es por eso, sino por un obstáculo que me dificulta la vida: la gente.
Si tomo el autobús, por ejemplo, el espacio reservado para gente con dificultad de movilidad siempre está ocupado por personas que, por lo general, no tienen ningún problema para moverse. Si se da el caso de que me cedan un sitio, se me hace imposible por los frenazos y las curvas, reflejándose el poco cuidado que ponen la mayoría de los conductores al realizar su trabajo. Por no hablar de las dificultades que tengo para validar el tiquete: si lo hago antes de sentarme, pierdo el equilibrio; si lo hago de espaldas, desde el asiento, debo buscar con el tacto la ranura, por lo que siempre oigo un toseo incomodo de alguien que me da a entender que me apresure.
Si tomo el metro, me resulta imposible pasar por las puertas mientras pico el billete, así que tengo que ir acompañada. Y cuándo intento subir por las escaleras mecánicas, la gente se apresura a adelantarme.
Así que decidí tomar el tranvía, en donde un pasajero de edad avanzada me cedió su asiento. Pensé que, al rechazarlo, alguno de los jóvenes que había en la vagoneta me cedería el sitio, pero me equivoqué.
Supongo que a nadie le extrañará que haya decidido no usar el transporte público. Intenté ir caminando, pero cada semáforo supone un reto para mí. El tiempo de luz verde esta calculadísimo. Normalmente, al ponerse en rojo para los peatones, continúo por la mitad del paso de cebra y empiezan a sonar las bocinas.
Cuando paseo, siento la presión de los viandantes. Algunos me empujan por la espalda, carraspean si ocupo una acera estrecha. Incluso, una persona me sugirió que caminara por la carretera para no molestar.
Tengo claro que voy a tener que quedarme en casa. El médico me animó a que hiciera reposo. Veo que no será difícil resistirme a sus recomendaciones, porque mi inmovilidad también dificulta que pueda abrir y cerrar las puertas, porque tengo las manos ocupadas en las muletas..