X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

No hay mar en calma

Mencía Veas, 14 años

                 Colegio Entreolivos (Sevilla)  

Ella le esperaba junto al faro. Su hijo estaba haciendo unas prácticas para ejercer como marinero. Nunca eran a una hora exacta, pero las clases acababan cuando el último rayo de sol que iluminaba el puerto se escondía detrás del horizonte.

Por el día estudiaba y practicaba lo aprendido: cómo se echaban las redes, cómo izar las velas, cómo hacer un buen nudo y, lo más importante, cómo ejercer de capitán, un buen capitán que dirige y controla a su tripulación.

Llegó el verano, y con él un cursillo náutico al que se apuntó Miguel. La mañana siguiente al primer día del verano embarcaron. Empezaba a llegar gente a la lonja del puerto, pero ella seguía en el faro, con la mirada clavada en las olas, que no iba a cesar durante aquellos largos veinte días de fuertes mareas.

Le enviaron un aviso que le sorprendió. Fue en el salón. Mientras tomaba un vaso de agua leyó en voz alta:

"Querida señora Márquez;

Este séptimo día ha sido muy duro. Volvemos a las tranquilas aguas del puerto antes de lo previsto.

Lamento informarle de este modo acerca del fallecimiento de su hijo.

Mi más sentido pésame,

Capitán Luis"

Se quedó impactada, presa del vacío y la soledad.

Sonaba el tocadiscos. La habitación, en un instante, se había coloreado de negro. Mientras se acercaba a contemplar una fotografía de su hijo, se repitió la frase con la que el muchacho se despidió de ella antes de subir a la embarcación:

-Ningún mar en calma hizo experto a un marinero.