II Edición
Curso 2005 - 2006
¡¿No lo sabías?!
María del Rincón, 16 años
Colegio Alcaste, Logroño (La Rioja)
El otro día pude comprobar que los hombres necesitan, por extraño que parezca, inventarse historias sobre otras personas. Cuantas más consecuencias negativas acarreen, mejor.
Ya tenemos suficientes problemas con nuestra vida como para que, además, tengamos que cargar con los sufrimientos de otra vida ficticia que se supone es nuestra. No sé si es por aburrimiento, diversión o (me cuesta decirlo) malicia, pero hay personas con cierta tendencia a la imaginación calenturienta. De repente, un día descubres tu realidad desde fuera. Resulta que tú no eres tú, sino un ser distinto a causa de mil historias, cada cual más compleja, que alguien ha hecho circular.
Cuál fue mi sorpresa (nada agradable) al descubrir, gracias a una amiga, que llevo dos años sin hablar con mi padre. Nada más lejano a la realidad, pues tanto a él como a mí parece que nos están dando cuerda continuamente. Creo que nunca llegaré a entender esas ganas de contar mentiras sobre otros. Si esas personas llevan una vida que no les llena, que por lo menos nos dejen en paz al resto. Me he dado cuenta de que las mentiras llenan bolsillos, pero no vidas.
Puede que no nos demos cuenta, pero el hecho de reproducir un chisme que hemos entendido según lo que nos conviene, puede conllevar muchísimo sufrimiento. El pozo de la imaginación calenturienta está colmado de aguas tibias con un fondo de fango, bastante bien nutrido.
¿Qué sería de la humanidad, si cada vez que nos cae mal alguien o nos aburrimos, le inventamos un oscuro pasado? <<¡Hay que ver lo pesado que puede llegar a ser este tío! Seguro que se escapó una vez de casa y al volver le dieron una paliza. Así de amargado está. ¡Oye! ¿Sabías que le pegaban en casa? ¡Sí, hombre! ¡Pero si se nota desde lejos! ¿De verdad que no lo sabías?>> Así, no vamos a ninguna parte.
No hace falta pensar mucho para darse cuenta de cómo está el patio. Basta encender la televisión después de comer o de cenar. Los programas que llaman del corazón inundan la parrilla. En ellos, de una simple mirada sacan un romance y de una persona sin acompañante una ruptura escandalosa.
¿No deberían estudiar los filósofos el “misterioso mundo del chismorreo y la calumnia”? Sería interesante llegar al fondo del asunto.