X Edición
Curso 2013 - 2014
No mueren ángeles
en primavera
Beatriz Mocchi, 16 años
Colegio Pineda (Barcelona)
Imagina el día más hermoso de mayo: los árboles están tapizados de verde y las flores que recién empiezan a brotar dan un brillo especial a todo lo que te rodea. Sentado en un banco del parque observas a los niños que juegan. El sol brilla alto en el cielo y sus cálidos rayos rozan tu rostro, como si te acunaran.
Tras esos momentos de éxtasis, te percatas de que hay una mujer joven que también observa a los niños, pero con una mirada diferente a la tuya. Sus ojos están tristes, como si una oscura sombra se cierne sobre ellos. La miras durante unos instantes hasta que te das cuenta de que una lágrima cae por su mejilla. No lo resistes; no puedes verla llorar.
Te levantas y sacas un paquete de pañuelos del bolsillo de tu chaqueta y te acercas con timidez. Ella agradece el detalle y os sentáis juntos. Basta tu presencia para que su alma comience a sonreír.
La joven tampoco dice nada. Ha dejado de llorar, pero tiene los ojos rojos. Podrías preguntarle qué le ocurre, pero prefieres limitarte a observarla en silencio. Es guapa. Entonces descubres unos cortes en sus muñecas que te desconciertan, que te incomodan.
-¿Qué haces aquí?-decides preguntarle.
Ella niega con la cabeza. Entiendes que no va a responderte, que no quiere hablar.
Tras unos minutos de perturbador silencio, la chica vuelve a llorar. Te arrepientes de haberle hecho esa pregunta.
La chica se pone en pie, te da las gracias por el pañuelo y huye.
Nunca sabrás que tenía dieciocho años ni que la noche anterior había tratado de quitarse la vida. Nunca sabrás que tuvo una infancia horrible, que en la escuela sus compañeras la insultaban, que estaba invadida de complejos y lleno de rotos su corazón.
Nunca sabrás absolutamente nada más de ella. Tampoco que la salvaste con aquellos gestos amables.
Porque la caridad es la única medicina para sanar un alma rota. No mueren ángeles en primavera.