III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Nubes

Sara Mehrgut Palenzuela, 15 años

                 Colegio Alcazarén (Valladolid)  

       Hace mucho calor y la brisa que mece las estilizadas palmeras del paseo marítimo no consigue refrescarles.

       -¿Te apetece un helado, Santi? –pregunta Pablo mientras mira la mar tranquila.

       -¡Claro! -responde sonriendo y añade-. Tengo entendido que hay una heladería buenísima más adelante.

       -Hoy invito yo -dice Pablo-. El otro día me ganaste.

       -Fue muy sencillo –replica Santi-. Te quedaste dormido.

       -De todas maneras, quiero la revancha –suplica Pablo.

       Y mientras saborea el apetitoso helado de limón, Santi acepta.

       Pablo y Santi hace tiempo que inventaron el juego, cansados de tumbarse en la arena de la playa, simplemente, a contemplar las nubes. Fue entonces cuando decidieron hacer una “guerra” en la que las nubes podían transformarse en todas las armas que permitiera la imaginación.

       Al acabar el helado, se tumban bajo el cielo alicantino dispuestos a jugar una nueva partida. Comenzó Santi:

       -Mi nube es un soldado con metralleta.

       -Pues la mía es una serpiente capaz de esquivar tus balas -continua Pablo, con la vista fija en el horizonte.

       -La mía ahora, un águila a punto de comerte -replica Santi.

       Pablo le mira a los ojos con una amplia sonrisa y protesta:

       -No hagas trampas. Eso no se parece a un águila.

       -Está bien –acepta-. Soy una granada.

       -Pues yo, un misil que te destruye –le rebate Pablo.

       Su amigo se ríe abiertamente:

       -Yo soy Superman y mando tu misil “al quinto pimiento”.

       Pablo mira a su nube, pensativo, antes de añadir:

-Entonces la mía se convierte en una bomba atómica de 6.000 megatones, capaz de destruir la tierra entera. Santi se queda en silencio, sin saber muy bien con qué replicarle. Tiene la sensación de que ha perdido esta batalla.

       -¡Te he ganado! –se ríe Pablo-. Además el cielo se está despejando.

       -¡Un momento...!-a Santi le brillan los ojos-. Ese soy yo.

       -Pero dime qué forma puede tener el cielo azul.

       -Yo soy la esperanza.