III Edición

Curso 2006 - 2007

Alejandro Quintana

Nuestros mejores maestros

Núria Martínez Labuiga, 14 años

                 Colegio Vilavella (Valencia)  

       Desde hace algún tiempo trabajo de manera eventual como “canguro” para los hijos de familiares y amigos. Me gustan mucho los niños. Aprendo mucho de ellos, aunque la mayoría de mis clientes no superen los cuatro años. Por ejemplo, que todo lo que nos rodea puede ser transformado por la imaginación, bien en un campamento indio o una nave de defensa contra los marcianos. Un papel puede ser un lingote de oro y un frasco de colonia, el veneno que puede destruir la humanidad entera.

       Los niños me enseñan a convertir los problemas en alegrías, tal y como hacen ellos, que llegan a ilusionarse hasta el extremo a descubrir un bote de “Nocilla” en la despensa. Basta dedicarles una sonrisa para transmitirles paz y seguridad. Tal vez lo de la sonrisa podamos aplicarlo también a nuestro mundo de adultos.

       La ilusión infantil crea verdadera felicidad. Cuando llego a sus casas al empezar a hacerse de noche, suelen contarme con ansia todos sus planes para la noche que voy a pasar allí. Quieren jugar a tantas cosas que podríamos pasar la noche entera sin dormir aunque, por supuesto, el sueño acaba venciéndoles.

       Deberíamos aplicar esta visión inocente de la vida. Basta pensar con determinación que va a ser un día maravilloso, a pesar de los pesares. Con algo de ingenio podemos transformar estos problemas en globos de gas que se irán volando hasta perderlos de vista. Después de todo, si los niños pueden convertir una escoba en un caballo, ¿qué no podremos los adultos?