X Edición

Curso 2013 - 2014

Alejandro Quintana

Nunca pierdas la esperanza

Anna Mac Manus, 14 años

                  Colegio La Vall (Barcelona)  

Estaba sola y confundida en el bote. ¡Todo había ocurrido tan deprisa!… El trasatlántico, el iceberg, el golpe, los gritos, el crujido del fuselaje, el hundimiento, el miedo…

No sabía dónde estaba mi familia. Temía que hubiesen perecido ahogados en aquel mar helado, pero preferí no darle vueltas. Además, estaba aterida y la cabeza se me embotaba.

En la penumbra de aquella noche sin luna contemplé los últimos metros de la proa, clavados en la superficie como la aleta de un tiburón. Pude ver cómo el transatlántico se hundía en el Atlántico. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, devolviéndome a la realidad.

La barca se tambaleaba con el vaivén de las olas y, aparte del crepitar de la espuma, no había sonido alguno. Debían ser las dos de la madrugada y no avistaba ningún barco. Empecé a sentir miedo. ¿Qué iba a ser de mí?

La cabeza me daba vueltas. Intenté ordenar los sucesos de la noche: los gritos de los pasajeros, el llanto de los bebés, las familias que se tenían que dividir en los botes salvavidas y aquellos a los que engulleron las furiosas aguas.

Nos encontrábamos cenando cuando todo ocurrió. Compartía la misma mesa con mamá, papá y Johnny. El salón entero enmudeció con el estrépito y un camarero y nos evacuó hacia el puente.

Los pasajeros nos empujábamos para huir de aquella situación claustrofóbica. Una vez dentro del bote, mamá vio a Johnny, pequeño e indefenso, corriendo por la cubierta. Papá salió en su busca y mamá los fue a ayudar. Me dijo que me quedara en el bote, que no me moviera de allí por nada del mundo. Así hice, pero antes de que pudiera darme cuenta, soltaron las amarras, sin contar con que me encontraba sola.

Mi familia se quedó en el transatlántico, que se comenzaba a escorar.

A lo lejos contemplé algún que otro bote, gente que remaba sin rumbo. Yo había perdido los remos. Me sentí derrotada y cerré los ojos. Me rondaba una frase de mamá: <<Nunca pierdas la esperanza, porque si no lo pierdes todo>>.

Me quedé completamente dormida.

***

Una luz cegadora me obliga a apretar los párpados con fuerza. ¿En dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

Al fin lo recuerdo todo y comienzo a llorar. Estoy en un hospital.

Vuelvo la cabeza y me topo con unos ojos marrones. Sólo consigo pronunciar una palabra entre susurros:

-Johnny…