XIV Edición
Curso 2017 - 2018
Olvidar para rercordarte
María Gámez, 15 años
Colegio Ayalde (Vizcaya)
Ahí está otra vez, sentado frente al piano. Es así como ha pasado Carlos las últimas tardes del verano. Unas delicadas melodías acompañan su pensamiento. Por mucho que procure concentrarse en la complicada pieza que trata de interpretar, no puede dejar de pensar en ella. Una sonrisa se dibuja en su rostro al recordar a toda la gente que le advirtió de que, después de la boda, el amor desaparecería; afirmaban, todos muy convencidos, que ese sentimiento no le duraría demasiado tiempo. Afortunadamente, en su caso no había sido así. Ahora, a sus ochenta y tres años, con un montón de nietos, está esperando a que ella llegue de hacer la compra con el deseo de sentirla en sus brazos y poder besar su frente.
Los viejos momentos acuden a su memoria: la primera cita bajo un cerezo, el primer beso antes de una aburrida clase de Historia que resultó ser la mejor de su vida, el primer «te quiero» en una calle de Madrid…
Deja de tocar al oír entrar a uno de sus nietos en la habitación. Es bonito imaginar que en un futuro, por alguna casualidad del destino, ese pequeño encontrará a alguien con quien tejer sus propios recuerdos.
—¿Sabes cuando llegará la abuela?—pregunta el abuelo, mirando el reloj de pared del salón.
El niño le mira fijamente y pronuncia la más dura de las frases:
—Abuelo, ¿lo has vuelto a olvidar?... La abuela murió.
Las heridas de su corazón, que se hizo añicos cinco años atrás, vuelven a abrirse. Mira a su alrededor y le da la impresión de que todo ha sido un sueño del que, desgraciadamente, se ha despertado. Otros recuerdos se deslizan en su mente: el amargo día en el que le diagnosticaron la enfermedad a su esposa, la despedida en el hospital, el sonido de las máquinas a las que la conectaron y, tras la última noticia, el insuficiente «lo siento» por parte del médico.
Por primera vez agradeció estar enfermo. El alzheimer le proporcionaba una cura contra la realidad; por un momento, había conseguido resucitar a su difunta esposa. Entonces cerró los ojos con más fuerza que nunca, con el único deseo de volver a olvidar.