XXI Edición
Curso 2024 - 2025
Palabras ricas
y elegantes
Gracia María Sanz, 16 años
Colegio Altozano (Altozano)
Cuando escucho el término “elegancia”, lo primero que se me viene a la mente tiene relación con la industria de la moda. Sin embargo, el vestir correctamente no es más que uno de los muchos campos que engloba la elegancia, pues una persona no se define únicamente por como viste, sino por lo hace a través del conjunto de sus acciones, en las que se incluye el modo de hablar.
Como cualquier otro adolescente, a lo largo de mi vida he conocido personas de todo tipo. Unas coinciden con mi modo de pensar, por lo que me resulta sencillo intercambiar opiniones e ideas con ellas. Otras viven y reaccionan de manera diferente a las que yo estoy acostumbrada, porque han recibido otro tipo de educación. Algunas de ellas utilizan de manera habitual palabras vulgares e incluso blasfemias, aunque no sean plenamente conscientes del significado sagrado de esos términos.
Desde pequeña –tanto en mi hogar como en el colegio– me han inculcado la virtud de la elegancia en toda su extensión, incluido el cuidado del lenguaje. Por eso, cuando escucho a alguien hablar de una manera vulgar, me gustaría saber explicarle por qué merece la pena cuidar nuestro léxico. Al mismo tiempo, me doy cuenta de que necesito ampliar mi vocabulario para entablar conversaciones ricas, que me permitan argumentar adecuadamente mis opiniones.
El ser humano tiene, de manera innata, inquietud por el conocimiento, pero me pregunto si una persona que no es capaz de nombrar correctamente algo puede llegar a conocerlo. Las palabras que utilizamos condicionan nuestro saber, y en ocasiones la carencia de un vocabulario extenso nos impide hablar con propiedad. Por eso, quien posee riqueza verbal puede comunicarse de una manera más precisa, exponer con claridad aquello que quiere transmitir.
Me fascina escuchar a una persona culta expresarse con propiedad sobre cualquier asunto. La precisión de sus palabras le permiten razonar sin hacer un uso forzado del lenguaje, mecánico o impostado. No dudo que con esfuerzo lo ha ido enriqueciendo hasta que ha logrado emplearlo de modo natural y exacto. Los buenos oradores nos ofrecen la sensación de que sus conocimientos son sencillos, cuando no es así. Es su empleo del lenguaje el que transmite esa naturalidad precisa para enseñar.
El habla elegante está ligada al empleo de los términos adecuados, lo que no significa un uso de vocablos rimbombantes, ajenos a un registro coloquial. Tampoco lo es una verborrea de palabras malsonantes, propias de la mala educación y la ordinariez. Los tacos se incorporan fácilmente a nuestra forma de hablar, hasta que los normalizamos y nos dominan sin ser conscientes de ello, añadiéndose a todos los registros de nuestra conversación. No deberíamos dejar que las palabras nos dominen. A fin de cuentas, el primer paso para alcanzar la elegancia es ser dueños de nosotros mismos.